martes, 30 de noviembre de 2010

Respuesta farsa


La publicidad es tanto el espacio que ocupa –literalmente- en la esfera pública, como lo que desde ese lugar cuenta de sí misma y del entorno a cuya atención aspira. Lo que viene a ser en cada esquina, dependiendo del patrocinador, una herramienta al servicio de la sociedad que interese al que paga el anuncio. Quizá porque la política es ya, de por sí, ese cartel cambiante que tras cada logo impreso apenas oculta los que colaboran a pagarlo todo, se maneja con torpeza a la hora de afrontar mensajes de calado –aquellos que involucran sanidad, educación, leyes antiabuso.
La consecuencia, en este caso, es un mensaje que, queriendo alejarse del esfuerzo real al respecto, tanto se aleja que acaba alcanzando al emisor por detrás, y así el ruego –Respetemos y apoyemos a nuestros profesores- consigue, en un previsible retruécano, dejar delante del estrado al menos creíble de la clase para pedir eso. Pregunten a cualquier docente de la comunidad de madrid por los esfuerzos políticos dedicados a ponderar su labor, por cómo la educación que ellos pugnan por instruir en clase es exhaustivamente despreciada en esa otra aula que es la televisión regional pagada por los mismos que pagan esta valla, y que aulla el contenido real –respetemos y apoyemos la chabacanería, la falta de pensamiento crítico, la sumisión a mensajes bobos y razones patrocinadas. Y que incluye el boicot a la única asignatura que trabaja directamente hacia la construcción de un espíritu cívico, tildada la Educación para la ciudadanía de farsa cuando su único pecado es no ser simplemente una valla que poder quitar a los quince días.
Acaso porque el emisor y el mensaje son mero anuncio y poco más, lo requerido suena así a orden, a consigna y no a esa herramienta del marketing –la transformación de una razón en deseo. Lo emocional no existe, por pudor quizás. Y su apuesta por lo literal es mensaje clásicamente político: inerte, pasivo, mudo en términos de convicción, que tanto aspira a contar en su expresión publicitaria lo que, en los planes educativos y su financiación, es puro abandono, más una molestia necesaria que el sustrato ciudadano a que debería aspirar. También ejemplo enésimo, sumada la ristra de mensajes idiotizantes o esclerotizados en que consiste lo político y su brazo armado, el mediático a sueldo, de la menguante capacidad de decodificación escrita u oral en que andamos hasta el cuello. Cuyos responsables han de temblar, aprobada una idea que obliga a leer seis palabras seguidas, a días escasos de que la OCDE haga público el informe PISA, que cada tres años evalúa el nivel educativo de los alumnos de cuantos países acceden a pasar el trago. Y que en 2006 certificó el mayor retroceso en lectura en los países desarrollados, 20 puntos inferior al informe previo. O en palabras del primer estudio de la consultora McKinsey and company, una década pérdida en términos educativos.
Como todo anuncio pegado encima de otro, al mismo tiempo que se te pide que respetes a quien te enseña, se te obliga a no saber qué importancia pueda tener eso.