viernes, 27 de abril de 2018

mi reino por una hamburguesa de caballo


Mucha atención. Este anuncio, publicado ayer, viene de dos décadas atrás, cuando la complejidad estaba asociada a atraer la atención y no a ahuyentarla. Apenas se ven ya anuncios que pidan algo a quien los mira y quizá, en la falta de práctica, algo no termina de entenderse en este, como si la imagen de referencia del puzzle se les hubiera perdido antes de terminar el anuncio. Discretamente firmado por el logo de una cadena de comida basura a la misma altura que la frase bombásticamente traída de tiempos mejores -antigua casa del expresidente de la competencia de esa primera marca- la imagen debería contar lo que lo anterior sugiere: que a pesar de dirigir una compañía, consume los productos que se hacen en la competencia. ¿No?. ¿Es por eso que no hay nadie en la terraza junto a la parrilla? ¿están todos en uno de los establecimientos de la firma que paga el anuncio? ¿y qué significa esa frase junto a la parrilla -Es difícil resistirse al sabor de la parrilla-? ¿Parodia el eslogan de la competencia? ¿o lo que quiere contar es que sus productos son más caros y eso permite a su expresidente vivir en una casa como esa? ¿y por qué es expresidente? ¿le echaron? ¿dimitió? ¿por qué, sabiendo que trata de ser un anuncio magnífico, no lo entiendo?

martes, 24 de abril de 2018

Cuando todo es lo que parece


Entre la ternura y el patetismo que hay en pedir a alguien que deje de hacer algo para pedirle luego que vuelva a hacerlo, la campaña reciente de Facebook recordando a quien lo mira cómo aprender a leer se encarna ahora en este de Maeva en el que, tras años interminables ofertando lectura mediocre, se pide que la atención demacrada por años de malos alimentos recupere las energías que antaño pudo tener. Al contrario que en sus libros, donde cada página es lo que parece, la escoba de la señora que aparece en el anuncio es una escopeta, algo que ni sus lectores ni los que leen buena literatura advertirán porque, como en los libros que editan, el anuncio está construido para que le sobren elementos, y para que éstos impidan advertir lo valioso. No es que la escoba lo sea, claro. Pero ese final añadido a última hora -esa línea “Fíjate bien, nada es lo que parece”- que pretende arreglar el estropicio general es puro ejercicio editorial: es improbable que en esa empresa no sepan el tipo de libros que editan, pero quién podría decir que se equivocan cuando el lector medio aporta, él solito, el final que lo arregla todo, desde la puerilidad de su literatura y sus portadas al marketing que lo encuadra: Maeva vende libros a quien no sabe para qué sirve un libro. Qué mayor prodigio.