miércoles, 21 de diciembre de 2011

con dos lonchas bastaba



Ir del jamón a la risa no es un trayecto fácil, porque, para empezar, en ese surtido de cómicos hay humor 5 jotas y mortadela infame, todo mezclado. Cierto que la boca que sirve para masticar sirve para esbozar una sonrisa y eso basta en un anuncio que dure treinta segundos. Como la versión ofertada dura cinco veces más, la gravedad con la que se llega al gag tiene el sabor de una salazón excesiva, de una curación amarga, casi disecada. Lo que sigue al teléfono que suena cuando la digestión de la idea es ya insufrible conserva el poder magnífico de emocionar. Pero lo que perdemos en el camino, extraviado, injustamente fatigado, es la congregación, no del humor, sino de la historia de un país representada en rostros con los que uno ha crecido, aprendido, incluso si el precio era rechazarlo, ya de adulto. Cada una de esas caras que se congregan alrededor de una lápida ha detenido, risa mediante, por un instante cada una de los conflictos constantes y mínimos que nos acosan, nos duelen, nos amputan horas de alegría. Aún esa pérdida, el mensaje antibelicista de Gila se entiende transparentemente como uno que llama a detener el sufrimiento que nos acosa, aunque las trincheras sean hoy financieras y sus muertos sigan vivos, en la penuria progresiva. De unos charcuteros cabría esperarse el valor exacto de saber cortar, pero de momento, como las propias fiestas que nos inundan, la idea es mucho mejor que su ejecución. Sin ese exceso, y con solo cambiar al más famoso de los cómicos por el más solvente que ese plano necesita (Forges, Cano) tendríamos una maravilla. Es mortadela, pero cierras los ojos al final y sí, sabe a jabugo.

domingo, 4 de diciembre de 2011

cósmicos de la legua

Quizá en la verdad sabida de que las contraportadas de los libros son el sitio perfecto para vender lo que no se haya en ellos, se entiende que el editor del libro en cuestión escoja las páginas del suplemento de libros de El País para anunciar un libro en ese titular grandioso –moneda cósmica o cómo aprehender la física moral que rige el universo- mientras el texto que lo acompaña habla de otro, uno que, como se cuida de decir “solo en apariencia es un libro de autoayuda”, siendo en realidad un tratado que incluye “grandes principios de la filosofía”. Y eso es solo en el primer párrafo. El segundo equipara la “física moral que rige el universo” del autor a los “grandes filósofos de la naturaleza, de la Grecia clásica”. No ha acabado de equipararse a ellos cuando el tercer párrafo ya le distingue en ese “a diferencia de los filósofos de la antigüedad, no busca el origen del hombre, sino que se centra en su destino”. El cuarto contiene la revelación –“la superación de las carencias económicas solo puede originarse en el talento personal de cada uno”. Uno lamenta que el quinto párrafo apenas dé para contener el anuncio de los “40 años de trabajo compendiado” en ese hallazgo de la inteligencia humana. Quizá porque cinco párrafos son ya muchos para una contraportada, el sexto olvida explicar cómo viniendo “del talento personal de cada uno” como eje de la mejora humana, debemos, en cambio, “trascender el modesto mundo de las tres dimensiones” –el único que tenemos- para “elevar nuestro desempeño cognitivo a dimensiones superiores”. O cómo, habitando únicamente este planeta, “La moneda cósmica que facilita la riqueza material y la abundancia espiritual” suena a desperdicio de energía o inversión, sin que quede muy claro cómo la energía desarrollada –acuñada, diría el sabio- en nuestro interior puede comprar algo en la galaxia Andrómeda o en las proximidades de un agujero negro. Seguramente por problemas de espacio, el séptimo párrafo escoge tranquilizar en vez de explicar cómo todo esto “lleva inexorablemente aparejada la felicidad”. “Estamos ante un libro de filosofía o de ciencia o ambos, todo menos un manual de autoayuda”-concluye. Más explícitamente, y sobra decirlo, “no uno de esos libritos permisivos de autoayuda que invitan irresponsablemente a desear cualquier cosa y pedírsela al universo”. Quizá porque la permisividad, la irresponsabilidad, o la cualquier cosa son mucho más fáciles de pedir al primero que pase por la página de un periódico.

sábado, 3 de diciembre de 2011

conversación entre páginas


También la publicidad de un banco en la página once del periódico empieza una frase que continúa trece páginas más allá, en la noticia de que el mismo banco que “utiliza toda nuestra experiencia con las mejores empresas para ofrecerte un plan personalizado que rentabilice tu dinero al máximo” resulta la única entidad que puja por las ruinas endeudadísimas de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, entre cuyos activos está haber sacado del propio gobernador del Banco de España la frase “es lo peor de lo peor”. Para poder adquirir una caja que hasta septiembre registraba pérdidas de 1.731 millones de euros y una morosidad del 20%, el banco del anuncio afrontará asumir pérdidas de 3.400 millones de euros. A cambio, ganará tamaño que le permita acercarse al banco Popular, su más directo competidor. Quizá una conversación sobre el futuro del dinero que Loquillo o Inocencio Arias tengan en ese banco haría un anuncio más interesante. 

jueves, 1 de diciembre de 2011

dos tiendas juntas

Solo el uso de trajes idénticos evita ver en el ejercicio de la política la obvia confección de modelos solo aparentemente distintos a partir del mismo material. Al menos las tallas de un jersey son transparentes en aquellos a los que sirven. Y uno solo reprocha a Benetton no aportar un mensaje más próximo a la realidad que hermana moda y política. Pues ni Obama odia a Hu Jintao ni éste a aquel. Por qué deberían hacerlo. Y si éste mantiene devaluada su moneda para favorecer sus exportaciones y mantener a raya cada décima de desempleo posible, ni cerrando los ojos podría Obama ignorar que China es el mayor coleccionista de dólares que el mundo haya visto, y su mayor prestamista vía compra de deuda pública. Sus diferencias son solo de patrón, de escaparate, de talla económica.
Imprimes “United is better” y la distancia entre moda y política adquiere un barniz más normalizado. Es decir, aspiraría a vender jerseys tan nítidamente como a aprovecharse de la relevancia mundial del prescriptor. Si en su forma actual el anuncio es más obsceno que gratuito es porque un beso ficticio ilustra las mil muestras de afecto hipócrita que los gobiernos se procuran delante de las cámaras para, una vez vuelto cada uno a su cubículo, tratar de venderle sus propios calzoncillos al país al que viene de quitárselo. Una marca no odia a otra, solo necesita su desaparición, ocupar su espacio, lograr sus habitantes. A nivel local o global, la política es solo un tipo de actividad comercial. Hay más mentira y más inoportuna en el verbo escogido –hate- que en cualquier retoque fotográfico que ponga a un político a simular lo que es –un vendedor más- o ya que estamos, una campaña publicitaria en permanente compra-venta de espacios.