domingo, 30 de octubre de 2011

usos de la reencarnación



Los símbolos también están ahí fuera para contaminarse mutuamente, para ceder y captar significados. Con suerte, para crecer en valor. Sin ella, para ver minimizado, adulterado, abaratado lo que transportaba. Cuando es un muñeco michelín o un cowboy, será probablemente irrelevante en casi todos los casos. Portar vidas perdidas es más delicado y ubicar la imagen que las representa en un anuncio que pretende venderte algo es apostar fuerte, por la gloria o la vergüenza. El instinto de supervivencia se activa rápido ante la inminencia del desastre, y acaso eso explique que, en oposición a todos los usos idiotas que el periodismo haya hecho de la tragedia de las torres gemelas, la publicidad, que tiene menos espacio para camuflar el sinsentido, apenas haya rozado, prudentemente, la exhibición de cualquier símbolo que recuerde a las torres ardiendo. Hay excepciones que se merecen llegar hasta esa puerta, y clamar crímenes mayores e impunes como lo sean el genocidio contra los bosques y el asesinato premeditado de millones de fumadores exhiben esa cualidad que todo símbolo realmente valioso pronunciaría si pudiera hablar: que aquello en lo que me convertisteis sirva, impreso en un anuncio, para no volver a aparecer en la portada de un periódico. Como sabe cualquiera que los lea, es un ruego en vano, por supuesto.

martes, 18 de octubre de 2011

lo tuyo es mío



Como sucede en parte con el público de la ópera, la zarzuela es mayormente propiedad de la idea que de ella tiene el público que va a verla desde hace décadas. Eso incluye tararear sin pudor las arias famosas, hablar durante la representación o echar pestes de cualquier atisbo de modernidad en la actualización de las historias. Como si lo que retrata el alma de un pueblo –muchas veces literalmente un pueblo en su sentido urbanístico- no pudiese ser actualizada para permitir el paso de vecinos nuevos, quienes diseñan cada año la temporada han de equilibrar ese dilema –transformar un género añejo, donde el sustantivo “zarzuela” ha dejado paso, socialmente, al adjetivo no muy amable “zarzuelero”, sin expulsar en el proceso al público que paga mayoritariamente los abonos y que viene, no por lo que va a ver, sino por lo que ya vio. Antes de ser solo para mí, el cartel es aún para ambos. Cuestión más interesante es cómo, en unos años, lo de dentro habrá de ser volcado fuera ya sin deudas. Y si será a tiempo de reconvertir el género y ubicarlo, como por cierto hace la espléndida versión de Los sobrinos del capitán Grant, que se verá por tercer año próximamente, entre el musical y la ópera.

lunes, 17 de octubre de 2011

lo mismo nos mueve




El documento que describe la planificación de medios de un anuncio –dónde, cuándo, en qué formato se verá- rara vez analiza el contenido del medio en el cual sale inserto. Y todas las medidas de control que sirven para que el anuncio sea clásicamente pulcro e inofensivo desaparecen a la hora de ignorar que la impresión de la campaña coincide, en páginas consecutivas, con el día después de una convocatoria mundial contra –casualidad- la banca, mayormente. Así, que la causa que fuerza a dos bancos a fusionarse sea la misma que fuerza a millones de personas a manifestarse en contra de las prácticas bancarias, añade una lectura más interesante del titular: que el que les mueva lo mismo sea justo eso: que les siga moviendo lo mismo… contra lo que sale a la calle gente en todo el mundo. Qué segundo gran anuncio haría la transcripción de la conversación entre el director de marketing y el consejero delegado, hoy.

sábado, 8 de octubre de 2011

En aguas turbulentas


Como tantas cosas que vienen en parejas, la religión y la publicidad caminan juntas y se llevan mal: como también el nuevo, el antiguo testamento no es sino una acumulación de relatos simbólicos para un público poco preparado para más hondas lecciones. Que es exactamente el trabajo de la publicidad: comprimir en cuentos fugaces y brevísimos lo que de otra forma ni escucharías. Pesada, rígida hasta la parálisis, pocas cosas nadan peor en aguas de la publicidad que la religión. Y sin embargo, esporádico como un milagro, se mueve.