martes, 18 de octubre de 2011

lo tuyo es mío



Como sucede en parte con el público de la ópera, la zarzuela es mayormente propiedad de la idea que de ella tiene el público que va a verla desde hace décadas. Eso incluye tararear sin pudor las arias famosas, hablar durante la representación o echar pestes de cualquier atisbo de modernidad en la actualización de las historias. Como si lo que retrata el alma de un pueblo –muchas veces literalmente un pueblo en su sentido urbanístico- no pudiese ser actualizada para permitir el paso de vecinos nuevos, quienes diseñan cada año la temporada han de equilibrar ese dilema –transformar un género añejo, donde el sustantivo “zarzuela” ha dejado paso, socialmente, al adjetivo no muy amable “zarzuelero”, sin expulsar en el proceso al público que paga mayoritariamente los abonos y que viene, no por lo que va a ver, sino por lo que ya vio. Antes de ser solo para mí, el cartel es aún para ambos. Cuestión más interesante es cómo, en unos años, lo de dentro habrá de ser volcado fuera ya sin deudas. Y si será a tiempo de reconvertir el género y ubicarlo, como por cierto hace la espléndida versión de Los sobrinos del capitán Grant, que se verá por tercer año próximamente, entre el musical y la ópera.

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