Cinco meses después de que la campaña navideña de loterías
sugiriera el dolor del que no juega como acicate para el que sí, el duelo
vuelve a jugar un papel en la posibilidad de enriquecimiento. Solo que no está
claro si quien se lamenta así aspira a representar a quien gana ese premio o a
quien lo pierde. Cierto que el impacto no mengua en ninguno de los casos, más
extraño es que el anuncio no sea claro en definir a quién elige para defender
la idea. Uno pensaría que es un acto de sutileza inusual en el sector, pero
apostaría mi casa a que tal alarde no cabe en la estrategia de un anunciante dudosamente
clarividente como sea éste. En mi apuesta, el gesto es de dolor. Y eso hace el
anuncio más interesante, pues ¿quién querría jugar a algo en lo que tus posibilidades
de ganar son prácticamente inexistentes y que además te deja semejante cara?. Si
el gesto es de alegría, entonces va más allá de fijar lo que en el anuncio
navideño era un instante –aquel llanto, mezcla de alegría y pena previa- y se
aventura en terreno publicitariamente más osado: el de contar la felicidad
plena a través del llanto. Si es raro no es porque éste sea el único anunciante
que pueda escoger ese camino sin dejar por un instante de ser creíble. Sino porque
entonces cómo entender el reguero de anuncios estúpidos sin pudor que jalonan
la trayectoria de Loterías y apuestas del estado.
viernes, 29 de mayo de 2015
jueves, 21 de mayo de 2015
cero revoluciones por minuto
A dos días de las elecciones, sin tiempo ya
para matices, gastado mucho del tiempo del análisis en baratijas de la
argumentación, la campaña postrera del pp, que absorbe y reproduce justo el
lenguaje que contra ellos se ha volcado cada día de los últimos dos años, tiene
tanto del no poder con tu enemigo como del unirse a él en la esperanza de que
el sinsentido del discurso político, que acusan fuera mientras lo arrojan al
mundo a paletadas, acabe por igualarles a sus críticos. No es que el pudor sea,
a estas alturas, algo que se espera, y quizá esa certeza –la de que no se tiene
una pizca-, que en sus dirigentes ha de ser automática, es todo lo que necesitan
para mostrarse, por fin, como lo que todo el mundo espera que admitan. Pocos
gobiernos resisten la tentación de enarbolar el “tú más” como libro de estilo, y
si contraprogramar con el mismo insulto que se te lanza parece algo osado es
solo porque aún parecería que tienen algo que perder haciéndolo, y seguramente
no.
En vísperas de perder –ojalá- alcaldía y gobierno
de la comunidad de Madrid, quizá el mimetizarse dentro del mismo eslogan de
quienes vienen para echarles sea una forma de anticiparse, de ocupar desde ya
el hueco de la oposición empezando por ocupar su principal promesa –la
revolución- de forma que al tránsito, que es decir al comienzo del tiempo de
reclamar lo que nunca han querido, lleguen con las heridas hechas de pedir y no
de no obtener. “Esta es nuestra
revolución, una revolución sin ruidos ni grandes pancartas. Pero que aspira a
cambiarlo todo para lo que de verdad importa a la gente nunca cambie… Esta es
la revolución del sentido común.” –dice el anuncio, que en ello podría estar
malbaratando la única virtud achacable a quienes lo patrocinan: ni en el más
loco de sus sueños haber pedido lo que se les viene encima. Al quererlo no lo
merecen más. Pero, por un instante, logra un prodigio: es verdad. Cada línea. Solo
su logo no lo sabe.
domingo, 17 de mayo de 2015
licencia para recordar
De las playas de la memoria cinéfila llega
este improbable recuerdo doble –el de Ursula Andress saliendo del mar en James
Bond contra el dr. No (1962) y el de Halle Berry en Muere otro día (2007). Siempre
enternece ver a un anuncio acogerse a cierta porción de la memoria colectiva,
por cuanto la sofisticación que eso sugiere en el cliente ha de ser mayor,
quizá abismalmente mayor, que la pervivencia de ese recuerdo en la sociedad. Así
que ha de ser lo ambiguamente habitual en estos casos: que ni el anuncio
necesita esa asociación para funcionar, ni quien sí lo reconoce espontáneamente
saca de ello algo interesante. Quién necesita un doctor si hay bikinis.
viernes, 15 de mayo de 2015
ventaja para ambos
Creada para ilustrar la importancia de la proximidad que un banco debe hacer sentir a quien lo necesita, la campaña del Sabadell que pone a hablar a un tenista y a un escritor de vidas itinerantes, que es decir, habitualmente lejanas la una de la otra, es un oasis de sutileza publicitaria, clásicamente scpf, basada en una efectividad sustentada en plazos, formas de entender la atención del que mira su obra, y nociones del intercambio de comprensión entre ambos lados, que el sector ignora o no sabe que existen. Y que en este caso tiene su más interesante matiz en una impresión ambigua: pues si quién representa el rol de asesor, por edad y recorrido intelectual, es Carlin, no lo es menos que la formidable trayectoria de Nadal va paralela a una solidez mental y a una capacidad de juzgar lo superfluo y lo valioso en su justa medida que es asombrosa, dada la presión mediática para, con semejante éxito en su profesión, habitar las nubes sin retorno posible. Que viene a decir que, por valioso que sea el asesor, lo es aún más entrar a una sucursal bancaria con el conocimiento adecuado de tus capacidades y aún más afinado, de tus enemigos. Quizá esto es muy sofisticado para hacerlo explícito en una campaña publicitaria, o quizá es solo que, como cuenta la historia bancaria en nuestro país en los últimos quince años, entender quién es tu enemigo podría ser incompatible con entrar en un banco.
jueves, 14 de mayo de 2015
una ventana, un voto
Una agencia sabe cuándo un anunciante tira el dinero. Generalmente lo sabe desde la parte del suelo al que da la ventana desde el que se tira. En eso no se distingue del resto de sectores productivos, tampoco de la política, un sector productivo en sí mismo aunque guste de presentarse con ropajes más dignos. Aunque el nexo más claro es que si alguien sabe cuándo tira el dinero, es un partido político, porque vive de eso. También en otros sectores trabajar, hacer y crecer sucede junto a la ventana antes citada, pero raramente la fabricación de piensos, cemento, procesadores o zapatos permite la visibilidad con que la política tira por la ventana más cosas: principalmente, a paletadas, su credibilidad. Solo en una campaña electoral se advierte cuán la credibilidad es dinero también, pues millones de envíos postales como el de la imagen recorren el país como antes los repetidos fraudes con que gastan los cuatro años de legislatura. De las cinco caras que aparecen en los envíos del pp y el psoe, solo la del presidente del gobierno no mira al frente, sino hacia arriba, quizá porque lo que viene a ofertar es justo eso, una ventana por la que se ve un país que no existe fuera de los envíos electorales. O porque trabajar, hacer y crecer tienen que ver, en política, con verbos mucho más pasivos, ambiguos o directamente opuestos.
El espacio inane, absurdo a base de irrelevancia, que
ocupa la política estos días en los periódicos impide saber de esas otras
campañas en marcha, una de ellas el juicio por fraude fiscal que, amparando
hechos más graves no menos claros, sienta en el banquillo a altos cargos del pp
que en el transcurso de ese primer verbo –trabajar- insertaron otros cuando
nadie miraba, o cuando todos miraban sin querer ver –hacer crecer- y que, enunciados
ante un juez, muestran hacer crecer cuentas en paraísos fiscales entre toda
estratagema delictiva imaginable, ya sea en estructuras nacionales de poder –la
sede misma o los sobresueldos en negro a sus dirigentes-, regionales –el fraude
sistémico (gurtel) en la transmutación de contratos públicos en comisiones
millonarias-, o locales –alcaldes y consejeros encarcelados por robo. Y todo
ocurrió durante una década en la que todo ese dinero opaco que constructoras,
eléctricas, telefónicas o tecnológicas pagaron en concepto de chantaje asumido
sirvió para pagar millones de envíos electorales que ayudaron a ganar
elecciones en todo el país.
La única verdad del que llega estos días a los buzones es
que todo lo anterior, y lo que vendrá, está en ese eslogan: solo es posible con
tu voto. Que viene a contar esa otra campaña electoral permanente que sucede al
ir a votar cada día por el periódico que cuenta aquello que quieres oír. Por
cada euro opaco que engrasa la maquinaria política hay un dato que sus votantes
escogen no saber, una realidad que prefieren ver, no contante y sonante, sino
como un cheque que paga cosas mejores, más sagradas, ideológicas, que son las
que, en la cabeza de la gente, se pagan en negro siempre. El orgullo, la
decencia, la pervivencia de valores conservadores son el envío electoral, torvo
y ubicuo, con que aznar, aguirre, gonzález pons o cospedal llaman a no pensar,
a no leer, a no juzgar. La publicidad les acoge con la familiaridad del sector
que se dedica a lo mismo.
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