jueves, 21 de mayo de 2015

cero revoluciones por minuto




A dos días de las elecciones, sin tiempo ya para matices, gastado mucho del tiempo del análisis en baratijas de la argumentación, la campaña postrera del pp, que absorbe y reproduce justo el lenguaje que contra ellos se ha volcado cada día de los últimos dos años, tiene tanto del no poder con tu enemigo como del unirse a él en la esperanza de que el sinsentido del discurso político, que acusan fuera mientras lo arrojan al mundo a paletadas, acabe por igualarles a sus críticos. No es que el pudor sea, a estas alturas, algo que se espera, y quizá esa certeza –la de que no se tiene una pizca-, que en sus dirigentes ha de ser automática, es todo lo que necesitan para mostrarse, por fin, como lo que todo el mundo espera que admitan. Pocos gobiernos resisten la tentación de enarbolar el “tú más” como libro de estilo, y si contraprogramar con el mismo insulto que se te lanza parece algo osado es solo porque aún parecería que tienen algo que perder haciéndolo, y seguramente no.
En vísperas de perder –ojalá- alcaldía y gobierno de la comunidad de Madrid, quizá el mimetizarse dentro del mismo eslogan de quienes vienen para echarles sea una forma de anticiparse, de ocupar desde ya el hueco de la oposición empezando por ocupar su principal promesa –la revolución- de forma que al tránsito, que es decir al comienzo del tiempo de reclamar lo que nunca han querido, lleguen con las heridas hechas de pedir y no de no obtener. “Esta es nuestra revolución, una revolución sin ruidos ni grandes pancartas. Pero que aspira a cambiarlo todo para lo que de verdad importa a la gente nunca cambie… Esta es la revolución del sentido común.” –dice el anuncio, que en ello podría estar malbaratando la única virtud achacable a quienes lo patrocinan: ni en el más loco de sus sueños haber pedido lo que se les viene encima. Al quererlo no lo merecen más. Pero, por un instante, logra un prodigio: es verdad. Cada línea. Solo su logo no lo sabe. 

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