Aceptar que la ideología que vertebra tu sociedad refleja un paisaje de
patetismo y estupidez ha de ser menos traumático que hacer de ello un reclamo
turístico. De ahí que el anuncio carezca de lo que tiene toda campaña que
aspira a atraer turismo –paisajes- pero incluya la transparente ambición de
parque temático. El símil es pertinente dado que quien lidera tan desdichado
país lo es también gracias a que el destinatario inicial de su puesto –su
hermano mayor- fue apartado de tan sagrada tarea tras ser detenido en el
aeropuerto de Tokio, en 2001, con pasaporte falso con la intención de acceder a
Disneylandia. Mimético del que cuenta la pose, el énfasis lelo del anuncio solo
se explica porque, vendido en su país como producto acostumbrado por ley a ser
el único del mercado, a sus ojos la comunicación conlleva la obediencia del
lector y no el derecho a ignorar lo que vino a contar. Apareciera H.G. Wells en
su lugar y al menos el anuncio tendría sentido. Las condiciones especiales que
se imprimen –imposibilidad de contactar, de comunicarse con alguien, de acceder
a cualquier forma de conocimiento vía dispositivo móvil- hablan también de lo
que las neuronas han de sentir en su cerebro.
lunes, 17 de junio de 2013
sábado, 8 de junio de 2013
ventriloquía
No hace ni diez años de una cuña de radio en la que un
locutor que pretendía un personaje entrevistaba a otro que era… el mismo
locutor con la voz ligeramente cambiada. Algún sector entero ha hecho de esa
desimportancia el eje de su publicidad –los detergentes es el más visible- y no
ha de ser ajeno a ello el que elegir uno u otro sea un acto pueril que bien
pudiera merecer una farsa más en la forma de anunciarse. Si sorprende que una
aseguradora de empresas se sume a la tendencia es porque el tipo de análisis
que requiere contratarlo es bien distinto del que exige poner una lavadora. Y
sin embargo, el formato –absurdamente inverosímil, patéticamente paralizado
como un molde que viniera, ya listo para rellenar, con un programa de diseño- aparece
impreso en las páginas de economía de El País, como si la palabra “exclusiva” o esa aspiración risible –“desvelamos el secreto del éxito de una
aseguradora” disfrutara del mismo estatus, credibilidad, exigencia de
realidad de la que aparece rodeada. Si uno imagina que el plan de medios
contempla la razón o abc como medios principales, se entiende todo un poco más.
viernes, 7 de junio de 2013
fontanería y elipsis
Tal y como se manejan las empresas (partidos) que se
turnan su usufructo, la publicidad institucional oferta tantas oportunidades de
mentir que es difícil renunciar a todas ellas, más cuando el maná inservible de
la publicidad estatal, antaño frecuente, es hoy forzosamente más esporádico. La
publicidad deviene en rueda de prensa como ésta es mayoritariamente solo
aquella. Y así, firmando el anuncio el banco público encargado de gestionar los
activos inmobiliarios que corrompen los balances bancarios, el texto ni se
dirige a quien dice dirigirse –usted- ni habla de lo que dice hablar –el
automatismo con que sanear esos balances liberará crédito a las empresas. Es
así porque el saneamiento del sistema financiero, como explica el mismo
periódico unas páginas más allá, consistió durante la década de mayor
crecimiento de la economía española en bancos y cajas que financiaban mayoritariamente
un solo tipo de empresa: la inmobiliaria. Esa tubería financiera era circular y
de circuito cerrado: regaba la construcción, que a su vez regaba la política municipal
y estatal, que a su vez garantiza la liquidez judicial que los responsables de
la gran estafa bancaria necesitan para no ir a la cárcel. “Abrir el grifo del crédito para que fluya” es una ilusión más,
porque sanear los balances con dinero europeo solo implica que los bancos tiene
dinero para invertir… en deuda europea. La paradoja es que ese rescate
bancario, al aumentar el déficit público, dificulta la financiación de las
empresas… para las que el anuncio dice que está hecho el frob. Y tanto que lo hace.
Antes de acceder a pagar créditos más caros, la empresa que quiera una línea de
crédito ha de lograr que el banco se la conceda. Arduo porque ese grifo también
riega a los accionistas de cada banco y ese es el crédito que realmente importa
a todos los bancos que no sean bankia. “El
momento en que todos volvamos a hacer realidad nuestros sueños” tiene que
ver con esa otra farsa impresa en el logo
del ministerio de economía –competitividad. Y tiene sentido, por supuesto: quién
querría hablar de despertar cuando tiene las Mil y una noches para preservar su
cabeza del verdugo.
leo, luego no entro
La
extrañísima armonía consigo misma con que SCPF engrana campañas para el banco Sabadell
que dan por hecho lo que pocos más –que el que compra un periódico lo hace para
leer, eventualmente para pensar mientras lo hace- halla su más asombrosa coherencia
al descubrirles patrocinadores únicos de la Feria del libro de Madrid, estos días
en el Retiro. La obviedad de que un banco prospera en la ignorancia de sus clientes
se enfrenta así tanto a la perseverancia de la agencia en educar a un anunciante
como, en este caso, a la claridad que éste no puede permitirse en su relación
con sus clientes. El compromiso solidario, la comprensión profunda del otro, el
aliento por el bienestar global… la imposible síntesis de humanidad y negocio
bancario impregna su campaña testimonial reciente con el mismo paso confiado e
inverosímil con que la evolución de las especies asoma en su campaña actual. Inserto
en un mercado –el de los libros- que aspira a ser una feria ambulante todo el
año, la publicidad del Sabadell –compleja, bella, exigente- al tiempo que
patrocina, se ve patrocinada por el sector al que apoya estos días: vendido
como el apogeo de la literatura, es en realidad solo contabilidad. Cuántos de los
libros que la gente compra son solo un Excel lleno de cualquier cosa, sin valor
alguno, hecho para que creas comprar algo que no es. Más valiosamente, para que
ignores aquello que sí te haría mejor, más sabio, más preparado para entrar en
un banco a salvo.
sábado, 1 de junio de 2013
tan cerca que ni ves
A la
pregunta, no muy complicada de entender, de qué requisitos esperaban de sus
clientes los encargados de vender participaciones preferentes, puede
responderse con lo que esperaban los clientes de quienes les ponían delante
contratos de siete páginas a cambio de una firma: la misma cara sonriente, la
misma proximidad y afabilidad que hasta hace nada uno encontraba en cualquier
oficina de cajamadrid y hoy solo queda, residual por fuerza, en sus folletos. El
alma de la confianza tiene, en último extremo, una prosa matemática y los
empleados bancarios a los que cientos de miles de pequeños ahorradores, muchos
de ellos jubilados, consideraban confiables al 100% por 100% valen hoy lo que los
productos financieros que vendieran: un 0,14% de la afabilidad que usted comprara
si lo firmado fueran acciones, un 27% si la sonrisa que comprara tuviera el
aspecto formal de preferentes. En la propia esencia de las cajas de ahorro late
el cebo perfecto –la obra social- para atraer ancianos, y con ese dinero desvalido
se han construído los cientos de miles de casas que nadie puede comprar y los
millones de prisiones financieras que son hoy las acciones de bankia para quien
entrara en ellas, obligado ayer solo de una forma sutilmente menos torticera de
lo que impone hoy decidir venderlas o arriesgarse a perder aún más mañana.
Aún hoy
es posible entrar en una oficina de una caja de ahorros –pongamos ibercaja- y
al ir a abrir una cuenta corriente encontrarse con que, al mismo tiempo que se
te da a firmar el contrato, se te entrega un precontrato con las condiciones
que vas a firmar un minuto después. Sirviendo éste para que sepas qué vas a
firmar después, tan normal es que se te entregue sin tiempo para que leas nada,
como que el contrato final contenga seis veces más cláusulas que el
precontrato, esencialmente el referido a las comisiones, del que nada figura en
el doc. previo. Normal también que, añadido, se te pida firmes un doc. que
recoge tu conformidad al uso de tus datos personales. Un doc. que son dos: el
que, para ellos, permite que selecciones tu voluntad de no recibir publicidad
alguna, y el que, impreso para ti al mismo tiempo que el primero, lleva ya
seleccionada de serie la opción opuesta: tu consentimiento a recibir publicidad
por todas las vías posibles. Por si aún así no terminas de entender la relación
que une a tu dinero con tus derechos en un banco, la mesa del comercial –sonriente,
afable, cercano- está tapizada de ofertas inmobiliarias, financiadas, en tu
nombre, por ese banco para que, apenas unos años después de jurarte el valor de
ese intercambio, se te oferte como lo que es: la devaluación de la inteligencia,
el procedimiento y el porqué bancario vendido como oferta comercial. Cuando preguntas
por qué si las condiciones pactadas son unas, las que aparecen en el contrato son
otras, el comercial y su superior –que no ha tenido más remedio que venir- solo
aciertan a balbucear que podemos no firmar si no queremos.
es más sencillo si no llamas
El prodigio es invisible a ojos de quienes no hayan
intentado realizar recientemente una portabilidad con la empresa que paga el
anuncio. Si cualquiera que haya manejado una navaja sabe que lo más delicado es
cerrarla y no abrirla, el visual es una rareza publicitaria: aspirando al
simbolismo, cuenta una verdad literal: hasta nueve correos electrónicos
enviados a lo largo de marzo y abril de este año demuestran el intento de hacer
llegar un doc (jpeg o pdf, indistintamente) necesario para activar el contrato.
Y quizá la tecnología que sirve de reclamo sirva también para confundir la
propia definición de la compañía, porque quienes llaman una semana después de
cada uno de los correos creen trabajar en otra empresa, acaso en un taller de
mangos para navajas. Cada uno de esos nueve intentos, lo que el amable
interlocutor te dice es que es mejor si lo envías por fax. Nueve veces
dicen tener problemas con el correo electrónico en que se reafirman cada vez
que insisten preferir el fax. Dado que ni una de esas nueve veces el mensaje es
devuelto, es posible que el encargado de abrir el Outlook esté pegado al fax,
esperando ese doc. Tardan una semana respectiva porque dicen no tener gran
contacto con el dpto. encargado de no recibir por no correo electrónico el no
doc. que necesitan para activar la no portabilidad. Cómo pretender comprar un
fax si han de tenerlos todos ellos, miles, y un empleado de la marca junto a cada
uno, preguntándose qué querrá decir “gestionar las comunicaciones móviles” si la
única que conocen -el fax- no se mueve nunca de la mesa. Donde no mienten un ápice
es en que “es mucho más sencillo”: basta con llamar a otro proveedor de telefonía.
Uno que, en vez de ayudarte tanto a potenciar tu negocio, se limite, por tu
bien, a revisar de vez en cuando su correo electrónico.
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