Exhibidos frecuentemente como preludio de las películas que se proyectan a
continuación, los cortos de Pixar se han convertido en una suerte de anuncio de
lo que vendrá después, algún día, una vez que sus productos más previsibles
–secuelas de Nemo o Cars- hagan caja y liberen espacio creativo para cosas como
Up, Wall-E o Del revés. Como esta Borrowed time, que deja en dibujo animado la
negrura, la inconsolabilidad y la pérdida que contienen aquellas. El siguiente
Pixar en estrenarse será probablemente una nueva entrega de Los increíbles o de
Toy Story. Por eso maravilla que el anuncio recién hecho público prometa una
desolación tan adulta, tan terrible y oscura, que con suerte alguien pueda
esperarla de ellos algún día.
sábado, 5 de noviembre de 2016
viernes, 4 de noviembre de 2016
la muerte de risa
Honrando el aserto de que la comedia es tragedia más tiempo, lo que
nace como crimen envejece como chanza ante nuestros ojos. En esa competición en
que nadan las redes sociales por desacralizar cualquier tema, los profesionales
del humor dan las brazadas que pueden por no quedarse atrás. Y una forma es
poner el atrás delante. Integrar la peor memoria de los totalitarismos del
siglo XX en la narración actual de un país o de la peripecia de un transexual es
más una apuesta por la transgresión que por la normalización, y en eso se
dilapida la lección, pero es solo a corto plazo. Transcurrido el tiempo
suficiente, las matanzas devienen en una pérdida indefinida de la que sobrevive
el exotismo de los uniformes o su conversión en capítulos de la historia de la
infamia. Su impacto actual no ganaría carga moral de ser un fabricante de
champú anticaspa el que enunciara el eslogan nazi, asi que la lección es que
una cosa es la publicidad y otra el producto que hay detrás. Por eso el gran
Juan Luis Cano sostiene con sorna su apuesta, y la sra. San Juan arde en ella.
miércoles, 19 de octubre de 2016
del derecho torcido
Como sabe quien paga a un abogado
para que se le entierre en vida con más cariño, la presunción de inocencia es a
veces solo la presunción de rentabilidad. A cambio de su minuta, uno defenderá
la inocencia del otro que se declara culpable, que a la postre viene siendo el
espasmo primero de cualquier empresa: negar la realidad si no se ajusta a su
plan de negocio. En esto no hay peor ciego que el no quiere pagar por
defenderse como sea.
Comandado por quien dirigiera la
ONCE durante años, se anuncia uno de los bufetes estos días prometiendo derecho
a quienes no lo ven, a quienes, por ejemplo, se sienten estafados por las
mismas empresas que sobornaban al gobierno del partido popular para obtener
contratos. El juicio a aquellas prácticas –gürtel se llama- resopla estos días
mientras quien se moviera en la sombra de aquel partido durante años –rafael
correa- admite a las llanas haberse movido por ministerios como por su casa.
Las sombras sin cuerpo claro lo
llenan todo en sus declaraciones, y cabe pensar que sus abogados luchen estos
días, sin decirlo del todo, por defender que sombras somos todos: quienes tienen
derechos que no se respetan y quienes gozan de aquellos que tan explícitamente
no deberían haber disfrutado.
En una de las imágenes del juicio
que publica El País estos días se puede ver al cofundador del bufete que paga
la campaña junto a los principales acusados de saqueo de las arcas públicas y
soborno a altos funcionarios. Que quien tuviera ojos en las tripas del partido
más corrupto que ha habido en nuestro país elija ser defendido por un bufete
comandado por un hombre ciego es solo un azar más, pero dentro de las tripas de
ese otro ente imposible –la metáfora- la realidad les ve a ambos y cierra los
ojos para no hablar.
martes, 18 de octubre de 2016
shot in english
En la sospecha de que la idea
original era aprovechar ese magnífico #shotin2016 que en español no puede ser
traducido –y así aparece camuflado-, el anuncio remite al otro de sus
referentes explícitos: la campaña mundial de Apple, que basa en la calidad de
su cámara el lanzamiento de los últimos dos iphones. Sustituir el glamour de
las imágenes que barnizan la superficie de decenas de lonas por una que muestra
las consecuencias de un conflicto armado es un puñetazo a la cara de quienes
escogen ver el mundo a través de su móvil y no del periódico que cuenta las
matanzas en Siria. En un sector en el que la inmensa mayoría de los anuncios
nacen y mueren sin una sola idea dentro que las mantenga en pie, uno que no puede
contar con su mejor concepto y aún así se mantiene erguido, es un prodigio.
sábado, 15 de octubre de 2016
felicidad. Y otras cortinas disponibles
Un estudio reciente liga, sin espacio para casualidades, el apoyo económico
de una multinacional de refrescos a fundaciones relacionadas con la salud
infantil, con la ambigua postura de éstas respecto al papel del azúcar en la
obesidad. “En 2013, un estudio liderado por investigadores españoles comprobó que
la inmensa mayoría de los estudios científicos financiados por compañías de la
industria alimentaria, incluida Coca-Cola, aseguraban que no había pruebas
suficientes de que los refrescos azucarados causen obesidad.” –se lee.
Como sabe cualquiera, hay más felicidad en engordar que en adelgazar. Y en eso su publicidad no miente. Tampoco en el nexo que une el destino de un niño a los hábitos paternos, a su condescendencia o su pulcritud. Y tampoco hay que dudar de que el dinero obtenido a base de perjudicar la salud de millones de niños indefensos puede, bien empleado, servir para luchar contra la epidemia opuesta: la desnutrición.
El punto medio entre la contribución al problema y el apoyo a la solución está en que, sin la presión médica para combatir la obesidad, el dinero destinado a luchar contra el maltrato infantil probablemente se destinaría a formas de marketing menos pudorosas porque en política, o en gran empresa, no hay sistema complejo sin impuesto revolucionario. Miles de anuncios después de su invención, qué imagen más gráfica que la chispa de la vida para ilustrar la bomba médica puesta en marcha sin nadie que la pare a estas alturas.
Como sabe cualquiera, hay más felicidad en engordar que en adelgazar. Y en eso su publicidad no miente. Tampoco en el nexo que une el destino de un niño a los hábitos paternos, a su condescendencia o su pulcritud. Y tampoco hay que dudar de que el dinero obtenido a base de perjudicar la salud de millones de niños indefensos puede, bien empleado, servir para luchar contra la epidemia opuesta: la desnutrición.
El punto medio entre la contribución al problema y el apoyo a la solución está en que, sin la presión médica para combatir la obesidad, el dinero destinado a luchar contra el maltrato infantil probablemente se destinaría a formas de marketing menos pudorosas porque en política, o en gran empresa, no hay sistema complejo sin impuesto revolucionario. Miles de anuncios después de su invención, qué imagen más gráfica que la chispa de la vida para ilustrar la bomba médica puesta en marcha sin nadie que la pare a estas alturas.
viernes, 7 de octubre de 2016
save the year
Los superpoderes de un actor famoso al servicio de la causa adecuada, o como
en este caso, urgente, también se validan frente al malvado que merezca
semejante esfuerzo. Diluido en el goteo diario de su estupidez, su ineptitud y
su odio hacia cuanto parezca sensato, prudente, sensible o solo real, la
posibilidad de que trump se convierta en el hitler autóctono que una parte
importante de Estados Unidos parece demandar avanza ante nuestros ojos como una
mala película que no termina de agotarse de tantos que la vitorean.
Es gracias a semejante caudal de estupidez renovada que una campaña como esta oferta esa novedad en la publicidad política: cómo combatir el peligro mundial que representa trump ni siquiera necesita del apoyo explícito a Hillary Clinton. No es inusual en una industria, llamada del entretenimiento, pero que apoya masiva y repetidamente al candidato demócrata, habitualmente menos entretenido que el payaso de feria que una y otra vez representa al partido republicano.
Incluso en un mundo que contiene a putin, al asad, erdogan, orban o szydlo, la visibilidad con la que trump clama como payaso asesino obra el prodigio de que baste apelar a una conciencia normalizada para que eso se convierta en un mensaje explícito a favor de Clinton, tan cuidadosa y elegantemente medida en este spot, que la claridad con la que el gran Don Cheadle expone la calaña del considerado mejor candidato de la mitad del país, reluce como una excepción aparente cuando no lo es.
En un país que debe parte de su inmenso déficit de inteligencia política al reinado de un mal actor metido a peor político, que el gremio eleve su voz para apelar a quienes, en la mayoría de los casos, pagan su entrada justo para renunciar a que les hagan pensar, es un acto de coraje y de decencia elemental. Y a la vez, de cómo aquel a quien pagas para que te diga una cosa tiene perfecto derecho a pedirte la contraria.
Es gracias a semejante caudal de estupidez renovada que una campaña como esta oferta esa novedad en la publicidad política: cómo combatir el peligro mundial que representa trump ni siquiera necesita del apoyo explícito a Hillary Clinton. No es inusual en una industria, llamada del entretenimiento, pero que apoya masiva y repetidamente al candidato demócrata, habitualmente menos entretenido que el payaso de feria que una y otra vez representa al partido republicano.
Incluso en un mundo que contiene a putin, al asad, erdogan, orban o szydlo, la visibilidad con la que trump clama como payaso asesino obra el prodigio de que baste apelar a una conciencia normalizada para que eso se convierta en un mensaje explícito a favor de Clinton, tan cuidadosa y elegantemente medida en este spot, que la claridad con la que el gran Don Cheadle expone la calaña del considerado mejor candidato de la mitad del país, reluce como una excepción aparente cuando no lo es.
En un país que debe parte de su inmenso déficit de inteligencia política al reinado de un mal actor metido a peor político, que el gremio eleve su voz para apelar a quienes, en la mayoría de los casos, pagan su entrada justo para renunciar a que les hagan pensar, es un acto de coraje y de decencia elemental. Y a la vez, de cómo aquel a quien pagas para que te diga una cosa tiene perfecto derecho a pedirte la contraria.
sábado, 1 de octubre de 2016
a cada grandeza, su cubo
En el mundo en que reinó Reagan,
los representantes del equipo contrario tenían la longevidad que se le deseaba
a sus ideas: Yuri Andrópov y Konstantin Chernenko presidieron la Unión
Soviética en dos mandatos sucesivos del que dimitieron, al tiempo que de la
vida, en apenas quince y once meses respectivamente. Cuando Mijail Gorbachov se
hizo cargo de la empresa, Reagan cruzaba ya el ecuador de la década en que iba
a sentar las bases del modo republicano de pensar hasta la fecha, con parada
posterior en su vicepresidente, George Bush sr. y fonda interminable en su
hijo.
La grandeza del país que
presidió el primero miraba hacia el peso del estado en la Rusia comunista para
amputar la que, en territorio estadounidense, recortaba impuestos a los ricos
en la ilusión de que serían estos quienes devolverían a la sociedad lo que el
estado se negaba a pedirles.
donald trump es hijo o
espectro de ese plan, y tan bien podría éste haberlo entendido que la impresión
obvia de no haber ido al colegio en su vida podría ser solo la de considerarse,
no heredero, que a algo obliga, sino encarnación del espíritu conservador que
Reagan trajo el mundo mientras otra eclosión, la de la publicidad que no
llamaba idiota a quien la veía (encarnada en Bill Bernbach y su equipo),
declinaba para lanzarse, en los ochenta, en manos del videoclip que iba a
moldear millones de anuncios en esa década y aún la siguiente.
trump cumplió sus cuarenta
años en medio de esa transformación social que hizo de Estados Unidos un país
más próspero e infinitamente más injusto, y que con Reagan en el poder aún tuvo
hasta bien entrada la década de los noventa para elevar el privilegio del
empresario sobre la sombra del socialismo que no solo dictaba la vida de sus
ciudadanos sino que, atrocidad, les impedía enriquecerse con ella.
Que, entrada la campaña presidencial
actual, trump imite menos a Reagan que al último de los zares que la revolución
bolchevique interrumpió, es una ironía que, en su delirio permanente sobre casi
cualquier tema, ha de ignorar en su forma de dirigirse a la mano de obra
extranjera, cuán se asemeja a la que practicara aquel Romanov con los derechos
de los campesinos rusos de principios del siglo XX.
Sumado el apoyo de los supremacistas
blancos –ku klux klan-, el de la asociación americana del rifle y el de
empresarios como los hermanos Koch, arracimados en el molde del nazi henry
ford, la grandeza a la que trump arrastra a tan infame eslogan, es, en su
ataque al socialismo que enmascara el ideario demócrata, el de una dictadura
barnizada de espíritu empresarial, en el que basta mentir con énfasis e
insultar con energías inacabables para merecer el respeto que un jefe de estado
como Obama, que basa el suyo en la inteligencia, la sensatez y la oratoria, no
merece si se puede elegir a un cowboy como trump, es decir como Reagan, como
Bush jr. Como cualquiera que no sabe la más mínima noción de la fiscalidad de
multinacionales, pero por qué preocuparse si la grandeza está a la vuelta de la
esquina, como la basura que cualquiera saca a medianoche.
miércoles, 28 de septiembre de 2016
martes, 27 de septiembre de 2016
por no pensar
Con un poquito más de afinamiento en el concepto,
la doble moral que critica el spot habría concluido la lección diciendo que la
realidad es pornográfica aunque no queramos verlo. Sin ese matiz, mezcladas las
churras de la penuria de la industria porno con las merinas de la desigualdad y
complicidad brutal en la que chapoteamos, el alegato que emplea de portavoz a
un ser tan lúcido como la srta. Miller ni termina de emplear su industria para
hablar del país, ni de emplear a éste de espejo de aquella. El batiburrillo
conserva su pegada porque los materiales que emplea funcionan incluso
pronunciados a cámara lenta. Pero en ello se desperdicia, no una ocasión de
decir alto y claro el tipo de hipocresía que nos rodea, sino la de validar un
sector productivo –el del consuelo privado y de pago- que merecería mejor
suerte, rodeado de tanta y tan variada pornografía social. La rendición o no de
Amarna Miller tiene poco que ver con su sector y más con el país en que su
trabajo es denigrado, pero no los beneficios que aporta cuando no nos miran. Una
feria de la pornografía que aspira a influir en la campaña electoral es un
hecho higiénico, que también podría haber empleado, de haber querido ser más
explícito, lo que de placer fingido tiene lo que nos prometen. Sin la crítica
nítida que califique el discurso político de sexo oral de la peor clase, queda
la realidad expuesta sin preservativo. No es poco para una sociedad arrodillada
que se tiene por virgen mientras la realidad hace su trabajo justo detrás suyo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)