viernes, 7 de octubre de 2016

save the year



Los superpoderes de un actor famoso al servicio de la causa adecuada, o como en este caso, urgente, también se validan frente al malvado que merezca semejante esfuerzo. Diluido en el goteo diario de su estupidez, su ineptitud y su odio hacia cuanto parezca sensato, prudente, sensible o solo real, la posibilidad de que trump se convierta en el hitler autóctono que una parte importante de Estados Unidos parece demandar avanza ante nuestros ojos como una mala película que no termina de agotarse de tantos que la vitorean.
Es gracias a semejante caudal de estupidez renovada que una campaña como esta oferta esa novedad en la publicidad política: cómo combatir el peligro mundial que representa trump ni siquiera necesita del apoyo explícito a Hillary Clinton. No es inusual en una industria, llamada del entretenimiento, pero que apoya masiva y repetidamente al candidato demócrata, habitualmente menos entretenido que el payaso de feria que una y otra vez representa al partido republicano.
Incluso en un mundo que contiene a putin, al asad, erdogan, orban o szydlo, la visibilidad con la que trump clama como payaso asesino obra el prodigio de que baste apelar a una conciencia normalizada para que eso se convierta en un mensaje explícito a favor de Clinton, tan cuidadosa y elegantemente medida en este spot, que la claridad con la que el gran Don Cheadle expone la calaña del considerado mejor candidato de la mitad del país, reluce como una excepción aparente cuando no lo es.
En un país que debe parte de su inmenso déficit de inteligencia política al reinado de un mal actor metido a peor político, que el gremio eleve su voz para apelar a quienes, en la mayoría de los casos, pagan su entrada justo para renunciar a que les hagan pensar, es un acto de coraje y de decencia elemental. Y a la vez, de cómo aquel a quien pagas para que te diga una cosa tiene perfecto derecho a pedirte la contraria.

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