Como sabe quien paga a un abogado
para que se le entierre en vida con más cariño, la presunción de inocencia es a
veces solo la presunción de rentabilidad. A cambio de su minuta, uno defenderá
la inocencia del otro que se declara culpable, que a la postre viene siendo el
espasmo primero de cualquier empresa: negar la realidad si no se ajusta a su
plan de negocio. En esto no hay peor ciego que el no quiere pagar por
defenderse como sea.
Comandado por quien dirigiera la
ONCE durante años, se anuncia uno de los bufetes estos días prometiendo derecho
a quienes no lo ven, a quienes, por ejemplo, se sienten estafados por las
mismas empresas que sobornaban al gobierno del partido popular para obtener
contratos. El juicio a aquellas prácticas –gürtel se llama- resopla estos días
mientras quien se moviera en la sombra de aquel partido durante años –rafael
correa- admite a las llanas haberse movido por ministerios como por su casa.
Las sombras sin cuerpo claro lo
llenan todo en sus declaraciones, y cabe pensar que sus abogados luchen estos
días, sin decirlo del todo, por defender que sombras somos todos: quienes tienen
derechos que no se respetan y quienes gozan de aquellos que tan explícitamente
no deberían haber disfrutado.
En una de las imágenes del juicio
que publica El País estos días se puede ver al cofundador del bufete que paga
la campaña junto a los principales acusados de saqueo de las arcas públicas y
soborno a altos funcionarios. Que quien tuviera ojos en las tripas del partido
más corrupto que ha habido en nuestro país elija ser defendido por un bufete
comandado por un hombre ciego es solo un azar más, pero dentro de las tripas de
ese otro ente imposible –la metáfora- la realidad les ve a ambos y cierra los
ojos para no hablar.
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