viernes, 22 de noviembre de 2013

buscar lo que no quieres



Ni siquiera los cientos de miles de empleos perdidos, puestos entre una idea y otra impedirían ver el mimetismo: la región que financiara un modelo político pueril (camps ordenando impartir en inglés Educación para la ciudadanía) y corrupto de la raíz al último de sus frutos (la red gurtel enraizada hasta lo asombroso, dos de los máximos responsables de la que fuera cuarta entidad de ahorro nacional –CAM- enviados a prisión), y que expoliara al mismo tiempo el litoral, a base de sembrar de cientos de miles de casas que nunca valieron lo que decían, llevando a la quiebra al sistema bancario de la zona –Bancaja y CAM desaparecidas, el Banco de Valencia vendido por un euro-, anuncia su intención de “buscar proyectos para desarrollar en su territorio”, ofertando “suelo industrial público a coste cero”. Una caja de ahorros local que no necesite recuperar los créditos que dé, un aeropuerto que no requiera tráfico, una televisión autonómica que no necesite audiencia, unos estudios cinematográficos que no necesiten albergar rodajes, un estadio de fútbol donde no se jueguen partidos. Nunca es tarde para publicar anuncios proféticos. O para publicarlos dos veces, una antes de arruinar una región a base de malversación y estupidez concentrada. Otra, cuando la mejor forma de olvidar una burbuja hecha de los peores materiales es llamar a la construcción de otra. 

jueves, 21 de noviembre de 2013

el suspiro interminable




Pablo Berger, que imparte dirección de cine y presentara el año pasado Blancanieves, muda y en blanco y negro, ha de apreciar lo que Buñuel dejara escrito sobre la pervivencia y el olvido simultáneo en sus memorias El último suspiro –“durante los diez últimos años de su vida, mi madre fue perdiendo poco a poco la memoria. A veces, cuando iba a verla a Zaragoza, le dábamos una revista que ella miraba atentamente, de la primera página a la última. Luego, se la quitábamos para darle otra que, en realidad, era la misma. Ella se ponía a hojearla con idéntico interés”.
Patéticamente anticuado y cursi como ni por un momento trata de ocultar, el anuncio de la campaña navideña de lotería de navidad renuncia a contar que la suerte es también algo que uno no busca pero sí aparece, o que es de todos y de nadie por igual, y se entiende porque ya bastante suena todo al relato de la crisis actual, hecho estribillo. Recurrir en cambio a la memoria más fácilmente sentimental de un país halla un peculiar hallazgo, tan cercano al precio escaso de apostar a esa suerte, en que sus símbolos son o igual de baratos –bustamante, marta sánchez- o tratados como saldo a la altura de lo anterior –Niña Pastori, Raphael. Por eso, cubierta con éste último la cuota concreta de un público, no se entiende la presencia de Caballé si no es para introducir un eslabón cultural más elevado que acalle la mala conciencia de los responsables de aprobar el anuncio. 
La memoria sentimental de una sociedad, como la de cada uno, es la que es, pero eso no significa que uno no pueda avergonzarse de ella, llegado el día, o lamentar que lo que uno prefiere en la soledad de su casa produzca vergüenza ajena si extrapolado a una noción pública. Extraña también la recurrencia a tan ramplón uso de algo tan hermoso dado que el público natural de la lotería de navidad –ancianos y personas más desfavorecidas- no necesitan anuncio alguno para saber que comprar un décimo está entre lo poco que un gobierno espera de ellos cada año. Y que aquellos para los que la suerte es una posibilidad de mejora más, y en la práctica, imposible como lo sea esperar decencia política, acaso mejor recibirían un mensaje más dirigido a la realidad que encierran las probabilidades, que una ensoñación vulgar y boba, que o empalaga o produce risa.
Enésimamente, que el problema de los listones está en que se busca mejorar bajándolos, es transparente en lo que se lee en elpais.com a estas horas: cómo “desde la agencia de publicidad Tactics Europe, la encargada de diseñar esta campaña, se muestran satisfechos con la difusión. “Queríamos llegar a la gente, crear una comunicación cercana y se ha conseguido, generando visitas, generando viralizaciones y aumentando todas las expectativas. En apenas una semana desde el lanzamiento del nuevo anuncio de la Lotería de Navidad 2013, la notoriedad en redes sociales ya ha logrado superar el nivel de repercusión social obtenida en los últimos años por cualquiera de los spots anteriores. Las redes sociales se han enganchado, interactuando con ella y haciéndola suya, muchas veces con ingenio y con humor, hasta convertirla en todo un éxito en Internet”. Nada como el transparente encanto de la burguesía publicitaria. 

martes, 19 de noviembre de 2013

mañana, ya



De las campañas de pensiones que coinciden estos días en los periódicos, pocas de contraste más peculiar que esta de bankia, que apenas pide un segundo de atención y la de la banco sabadell que, unas páginas más allá, exige, en términos de la precariedad publicitaria usual, una eternidad. Y la merece, por supuesto. Notoriamente porque ese “¿Cuánto vamos a vivir?” vale por “¿cuánto vamos a leer?”que es lo que realmente oferta a cambio de hacerte entender que tal vez necesites un plan de pensiones. En veintitrés años de carrera no he encontrado a un solo cliente que, pagando anuncios en prensa y revistas, crea en la eficacia de una décima parte del texto que Toni Segarra acaba vendiendo a muchos de los que pasan por sus manos. Y sin embargo se mueve. “Este anuncio solo consiguió que una persona donara dinero contra el cáncer. ¿Quién es peor, el anuncio o usted?” –decía uno de sus titulares, hace años. Pasan los años y sus campañas improbables –ninguna lo es más que la que convence a un banco para exponer una letra pequeña tan extensa que no aspire a estafar- siguen diciendo a la mayoría de anunciantes que, por mucho que tantos de éstos apenas sepan o les interese leer, quien compra el periódico lo hace justo con esa idea. O lo que es aún menos asumible: que los anuncios son tanto de quien los observa como de quien los paga. Y que sin los primeros, no es de nadie. La campaña de bankia es ingeniosa e inmediata, un espléndido ejemplo de publicidad atractiva que empieza y acaba en ella misma porque el cliente que la firma ni tiene credibilidad ni la merece. La de Sabadell exige más tiempo, más esfuerzo. Quizá porque aspira a algo que bankia no podrá permitirse en décadas –hacerte pensar. “Cuánto vamos a vivir” habla, ojalá, de la suerte que merece el tipo de clientes que escogen vivir cerca de Segarra.