De
las campañas de pensiones que coinciden estos días en los periódicos, pocas de
contraste más peculiar que esta de bankia, que apenas pide un segundo de
atención y la de la banco sabadell que, unas páginas más allá, exige, en
términos de la precariedad publicitaria usual, una eternidad. Y la merece, por
supuesto. Notoriamente porque ese “¿Cuánto
vamos a vivir?” vale por “¿cuánto
vamos a leer?”que es lo que realmente oferta a cambio de hacerte entender
que tal vez necesites un plan de pensiones.
En veintitrés años de carrera no he encontrado a un solo cliente que,
pagando anuncios en prensa y revistas, crea en la eficacia de una décima parte
del texto que Toni Segarra acaba vendiendo a muchos de los que pasan por sus
manos. Y sin embargo se mueve. “Este
anuncio solo consiguió que una persona donara dinero contra el cáncer. ¿Quién
es peor, el anuncio o usted?” –decía uno de sus titulares, hace años. Pasan
los años y sus campañas improbables –ninguna lo es más que la que convence a un
banco para exponer una letra pequeña tan extensa que no aspire a estafar- siguen
diciendo a la mayoría de anunciantes que, por mucho que tantos de éstos apenas
sepan o les interese leer, quien compra el periódico lo hace justo con esa
idea. O lo que es aún menos asumible: que los anuncios son tanto de quien los
observa como de quien los paga. Y que sin los primeros, no es de nadie. La
campaña de bankia es ingeniosa e inmediata, un espléndido ejemplo de publicidad
atractiva que empieza y acaba en ella misma porque el cliente que la firma ni
tiene credibilidad ni la merece. La de Sabadell exige más tiempo, más esfuerzo.
Quizá porque aspira a algo que bankia no podrá permitirse en décadas –hacerte pensar.
“Cuánto vamos a vivir” habla, ojalá,
de la suerte que merece el tipo de clientes que escogen vivir cerca de Segarra.
martes, 19 de noviembre de 2013
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