jueves, 21 de noviembre de 2013

el suspiro interminable




Pablo Berger, que imparte dirección de cine y presentara el año pasado Blancanieves, muda y en blanco y negro, ha de apreciar lo que Buñuel dejara escrito sobre la pervivencia y el olvido simultáneo en sus memorias El último suspiro –“durante los diez últimos años de su vida, mi madre fue perdiendo poco a poco la memoria. A veces, cuando iba a verla a Zaragoza, le dábamos una revista que ella miraba atentamente, de la primera página a la última. Luego, se la quitábamos para darle otra que, en realidad, era la misma. Ella se ponía a hojearla con idéntico interés”.
Patéticamente anticuado y cursi como ni por un momento trata de ocultar, el anuncio de la campaña navideña de lotería de navidad renuncia a contar que la suerte es también algo que uno no busca pero sí aparece, o que es de todos y de nadie por igual, y se entiende porque ya bastante suena todo al relato de la crisis actual, hecho estribillo. Recurrir en cambio a la memoria más fácilmente sentimental de un país halla un peculiar hallazgo, tan cercano al precio escaso de apostar a esa suerte, en que sus símbolos son o igual de baratos –bustamante, marta sánchez- o tratados como saldo a la altura de lo anterior –Niña Pastori, Raphael. Por eso, cubierta con éste último la cuota concreta de un público, no se entiende la presencia de Caballé si no es para introducir un eslabón cultural más elevado que acalle la mala conciencia de los responsables de aprobar el anuncio. 
La memoria sentimental de una sociedad, como la de cada uno, es la que es, pero eso no significa que uno no pueda avergonzarse de ella, llegado el día, o lamentar que lo que uno prefiere en la soledad de su casa produzca vergüenza ajena si extrapolado a una noción pública. Extraña también la recurrencia a tan ramplón uso de algo tan hermoso dado que el público natural de la lotería de navidad –ancianos y personas más desfavorecidas- no necesitan anuncio alguno para saber que comprar un décimo está entre lo poco que un gobierno espera de ellos cada año. Y que aquellos para los que la suerte es una posibilidad de mejora más, y en la práctica, imposible como lo sea esperar decencia política, acaso mejor recibirían un mensaje más dirigido a la realidad que encierran las probabilidades, que una ensoñación vulgar y boba, que o empalaga o produce risa.
Enésimamente, que el problema de los listones está en que se busca mejorar bajándolos, es transparente en lo que se lee en elpais.com a estas horas: cómo “desde la agencia de publicidad Tactics Europe, la encargada de diseñar esta campaña, se muestran satisfechos con la difusión. “Queríamos llegar a la gente, crear una comunicación cercana y se ha conseguido, generando visitas, generando viralizaciones y aumentando todas las expectativas. En apenas una semana desde el lanzamiento del nuevo anuncio de la Lotería de Navidad 2013, la notoriedad en redes sociales ya ha logrado superar el nivel de repercusión social obtenida en los últimos años por cualquiera de los spots anteriores. Las redes sociales se han enganchado, interactuando con ella y haciéndola suya, muchas veces con ingenio y con humor, hasta convertirla en todo un éxito en Internet”. Nada como el transparente encanto de la burguesía publicitaria. 

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