Sin que en la vida real e íntima uno tenga
más posibilidades de callarse a tiempo cuando debe, el silencio en publicidad a
veces se prohíbe a sí mismo con resultados estruendosos que subir a lonas como
esta: mientras se exhibe que lo importante son los clientes, y por eso se pierden
3.845 millones de euros en 2016, en la prensa los pequeños accionistas demandan
al banco por hundir deliberadamente el precio de la acción y su nuevo
presidente dice no desestimar la fusión o venta de la entidad. Uno no imagina
un consejo de administración sumido en semejante abismo debatiendo si quitar
por pudor la lona, y quizá es porque clamar “con paso firme” desde la tullidez se
parece demasiado al mensaje clásico con que los productos financieros han
amputado los ahorros a millones de pensionistas recientemente. O porque se paga
a alguien como el gran Gasol en la ilusión de ver en sus habilidades las
inexistentes en la gestión del banco. Hace tanto que mentir aguanta al sol años
y años, que el tamaño en que se miente es solo un grano más.
miércoles, 26 de abril de 2017
domingo, 2 de abril de 2017
En el país de los ciegos
A vueltas permanentemente con lo azaroso de la fortuna, la once, que
desaprovecha poder decir que la suerte es ciega, redunda en formas que se
confunden con los de la lotería nacional y su último hallazgo es singular: para
decir enésimamente que la suerte no necesita méritos, se emplea de vehículo a
quien es perfecta demostración de que la vida real tampoco se distingue por su
escrúpulo en premiar sin mirar. Volcada la eficacia del anuncio en la
idiotizada fama de quien aparece, el patetismo asimilado como normalidad de la
imagen pública afianza otro mensaje igual de nítido: junto al de que da igual
cuánto merezcas la fortuna, el de que da igual que no lo merezcas. La suerte ni
siquiera te mira cuando te recompensa.
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