martes, 14 de octubre de 2014

revolución contra cultura



Bucear en el supermercado de la ideología del siglo XX es tan rentable para la industria editorial como infrecuente desde la publicitaria. Que ambas –la idoneidad para un arqueólogo y la peste para el de al lado- coincidan en el folleto de un supermercado cultural es una curiosa forma de animar a lo primero –leer- a través de la iconografía de lo segundo, que, entre otros crímenes contra la humanidad, prohibió los libros y en su lugar puso en las manos de sus súbditos esclavizados un mismo volumen de tapas rojas y aspiración bíblica. Ha de compensar exhibir lo que en su día fue una perversión propagandística para pervertir a tu favor lo que esas caras falsamente sonrientes significan en la historia de la atrocidad universal, y si ha de haber pocas formas más sutiles de compensar el daño que emplearlas para fomentar la venta de libros, es dudoso que tan fina interpretación esté en la cabeza de quienes aprueban la campaña. Hay una oportunidad de averiguarlo, y ésta discurre por el camino previsible: “Tenemos el otoño encima y es hora de trabajar… trabajaremos codo a codo, como chinos. Nada de pesadillas, nada de soñar tonterías y cosas raras: los libros están llenos de buenas ideas para soñar… trata de no dedicar tus horas libres a ponerte frente a cualquier pantallita… mejor que no te vengan con cuentos chinos” –dice el texto, impreso a la vuelta de la portada. Y qué oportunidad perdida de emplear las tarjetas opacas a sueldo de una caja de ahorros que invertir en libros al mismo tiempo que se honra la modificación de la ley de justicia universal, amputada por el gobierno ante las presiones chinas tras haber sido llamado a detención  su anterior líder Yiang Zemin por genocidio en Tibet. 

sábado, 4 de octubre de 2014

doping financiero




En los mismos días que la compañía que firma el anuncio patrocinaba las pruebas contra el dopaje en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, su director ejecutivo en China, mark reilly, dirigía el soborno sistemático de la sanidad china, al pagar a funcionarios, médicos, enfermeras y clínicas para que utilizasen sus productos. Sancionada con 379 millones de euros hace apenas unos días, y reconocidas dichas prácticas por la compañía farmacéutica, la cifra es la misma que la pagada en sobornar. Sobrestimulada la demanda, los precios de los medicamentos de la compañía llegaron a ser siete veces más altos que en otros países –se lee en El País 20.9. “Seguimos comprometidos con la gente de China. Seguiremos expandiendo el acceso a medicinas y vacunas innovadoras para mejorar su salud y bienestar. También seguiremos invirtiendo directamente en el país para apoyar la agenda del gobierno de reforma del sistema sanitario y los planes a largo plazo de crecimiento económico” –se lee a Andrew Witty, consejero delegado de la compañía. Un estimación de la Asociación de Compañías Farmacéuticas de China estima que los sobornos suponen el 20% del coste de un medicamento típico en el país. Dada la implicación de la clase dirigente china en casos de corrupción, Witty podría, simultáneamente, estar y no estar mintiendo un ápice al garantizar que “ seguiremos invirtiendo directamente en el país para apoyar la agenda del gobierno de reforma del sistema sanitario y los planes a largo plazo de crecimiento económico”.