miércoles, 19 de octubre de 2016

del derecho torcido



Como sabe quien paga a un abogado para que se le entierre en vida con más cariño, la presunción de inocencia es a veces solo la presunción de rentabilidad. A cambio de su minuta, uno defenderá la inocencia del otro que se declara culpable, que a la postre viene siendo el espasmo primero de cualquier empresa: negar la realidad si no se ajusta a su plan de negocio. En esto no hay peor ciego que el no quiere pagar por defenderse como sea.
Comandado por quien dirigiera la ONCE durante años, se anuncia uno de los bufetes estos días prometiendo derecho a quienes no lo ven, a quienes, por ejemplo, se sienten estafados por las mismas empresas que sobornaban al gobierno del partido popular para obtener contratos. El juicio a aquellas prácticas –gürtel se llama- resopla estos días mientras quien se moviera en la sombra de aquel partido durante años –rafael correa- admite a las llanas haberse movido por ministerios como por su casa.
Las sombras sin cuerpo claro lo llenan todo en sus declaraciones, y cabe pensar que sus abogados luchen estos días, sin decirlo del todo, por defender que sombras somos todos: quienes tienen derechos que no se respetan y quienes gozan de aquellos que tan explícitamente no deberían haber disfrutado.
En una de las imágenes del juicio que publica El País estos días se puede ver al cofundador del bufete que paga la campaña junto a los principales acusados de saqueo de las arcas públicas y soborno a altos funcionarios. Que quien tuviera ojos en las tripas del partido más corrupto que ha habido en nuestro país elija ser defendido por un bufete comandado por un hombre ciego es solo un azar más, pero dentro de las tripas de ese otro ente imposible –la metáfora- la realidad les ve a ambos y cierra los ojos para no hablar.

martes, 18 de octubre de 2016

shot in english


En la sospecha de que la idea original era aprovechar ese magnífico #shotin2016 que en español no puede ser traducido –y así aparece camuflado-, el anuncio remite al otro de sus referentes explícitos: la campaña mundial de Apple, que basa en la calidad de su cámara el lanzamiento de los últimos dos iphones. Sustituir el glamour de las imágenes que barnizan la superficie de decenas de lonas por una que muestra las consecuencias de un conflicto armado es un puñetazo a la cara de quienes escogen ver el mundo a través de su móvil y no del periódico que cuenta las matanzas en Siria. En un sector en el que la inmensa mayoría de los anuncios nacen y mueren sin una sola idea dentro que las mantenga en pie, uno que no puede contar con su mejor concepto y aún así se mantiene erguido, es un prodigio.

sábado, 15 de octubre de 2016

felicidad. Y otras cortinas disponibles



Un estudio reciente liga, sin espacio para casualidades, el apoyo económico de una multinacional de refrescos a fundaciones relacionadas con la salud infantil, con la ambigua postura de éstas respecto al papel del azúcar en la obesidad. En 2013, un estudio liderado por investigadores españoles comprobó que la inmensa mayoría de los estudios científicos financiados por compañías de la industria alimentaria, incluida Coca-Cola, aseguraban que no había pruebas suficientes de que los refrescos azucarados causen obesidad.” –se lee.
Como sabe cualquiera, hay más felicidad en engordar que en adelgazar. Y en eso su publicidad no miente. Tampoco en el nexo que une el destino de un niño a los hábitos paternos, a su condescendencia o su pulcritud. Y tampoco hay que dudar de que el dinero obtenido a base de perjudicar la salud de millones de niños indefensos puede, bien empleado, servir para luchar contra la epidemia opuesta: la desnutrición.
El punto medio entre la contribución al problema y el apoyo a la solución está en que, sin la presión médica para combatir la obesidad, el dinero destinado a luchar contra el maltrato infantil probablemente se destinaría a formas de marketing menos pudorosas porque en política, o en gran empresa, no hay sistema complejo sin impuesto revolucionario. Miles de anuncios después de su invención, qué imagen más gráfica que la chispa de la vida para ilustrar la bomba médica puesta en marcha sin nadie que la pare a estas alturas.

viernes, 7 de octubre de 2016

save the year



Los superpoderes de un actor famoso al servicio de la causa adecuada, o como en este caso, urgente, también se validan frente al malvado que merezca semejante esfuerzo. Diluido en el goteo diario de su estupidez, su ineptitud y su odio hacia cuanto parezca sensato, prudente, sensible o solo real, la posibilidad de que trump se convierta en el hitler autóctono que una parte importante de Estados Unidos parece demandar avanza ante nuestros ojos como una mala película que no termina de agotarse de tantos que la vitorean.
Es gracias a semejante caudal de estupidez renovada que una campaña como esta oferta esa novedad en la publicidad política: cómo combatir el peligro mundial que representa trump ni siquiera necesita del apoyo explícito a Hillary Clinton. No es inusual en una industria, llamada del entretenimiento, pero que apoya masiva y repetidamente al candidato demócrata, habitualmente menos entretenido que el payaso de feria que una y otra vez representa al partido republicano.
Incluso en un mundo que contiene a putin, al asad, erdogan, orban o szydlo, la visibilidad con la que trump clama como payaso asesino obra el prodigio de que baste apelar a una conciencia normalizada para que eso se convierta en un mensaje explícito a favor de Clinton, tan cuidadosa y elegantemente medida en este spot, que la claridad con la que el gran Don Cheadle expone la calaña del considerado mejor candidato de la mitad del país, reluce como una excepción aparente cuando no lo es.
En un país que debe parte de su inmenso déficit de inteligencia política al reinado de un mal actor metido a peor político, que el gremio eleve su voz para apelar a quienes, en la mayoría de los casos, pagan su entrada justo para renunciar a que les hagan pensar, es un acto de coraje y de decencia elemental. Y a la vez, de cómo aquel a quien pagas para que te diga una cosa tiene perfecto derecho a pedirte la contraria.

sábado, 1 de octubre de 2016

a cada grandeza, su cubo




En el mundo en que reinó Reagan, los representantes del equipo contrario tenían la longevidad que se le deseaba a sus ideas: Yuri Andrópov y Konstantin Chernenko presidieron la Unión Soviética en dos mandatos sucesivos del que dimitieron, al tiempo que de la vida, en apenas quince y once meses respectivamente. Cuando Mijail Gorbachov se hizo cargo de la empresa, Reagan cruzaba ya el ecuador de la década en que iba a sentar las bases del modo republicano de pensar hasta la fecha, con parada posterior en su vicepresidente, George Bush sr. y fonda interminable en su hijo.
La grandeza del país que presidió el primero miraba hacia el peso del estado en la Rusia comunista para amputar la que, en territorio estadounidense, recortaba impuestos a los ricos en la ilusión de que serían estos quienes devolverían a la sociedad lo que el estado se negaba a pedirles.
donald trump es hijo o espectro de ese plan, y tan bien podría éste haberlo entendido que la impresión obvia de no haber ido al colegio en su vida podría ser solo la de considerarse, no heredero, que a algo obliga, sino encarnación del espíritu conservador que Reagan trajo el mundo mientras otra eclosión, la de la publicidad que no llamaba idiota a quien la veía (encarnada en Bill Bernbach y su equipo), declinaba para lanzarse, en los ochenta, en manos del videoclip que iba a moldear millones de anuncios en esa década y aún la siguiente.
trump cumplió sus cuarenta años en medio de esa transformación social que hizo de Estados Unidos un país más próspero e infinitamente más injusto, y que con Reagan en el poder aún tuvo hasta bien entrada la década de los noventa para elevar el privilegio del empresario sobre la sombra del socialismo que no solo dictaba la vida de sus ciudadanos sino que, atrocidad, les impedía enriquecerse con ella.
Que, entrada la campaña presidencial actual, trump imite menos a Reagan que al último de los zares que la revolución bolchevique interrumpió, es una ironía que, en su delirio permanente sobre casi cualquier tema, ha de ignorar en su forma de dirigirse a la mano de obra extranjera, cuán se asemeja a la que practicara aquel Romanov con los derechos de los campesinos rusos de principios del siglo XX.
Sumado el apoyo de los supremacistas blancos –ku klux klan-, el de la asociación americana del rifle y el de empresarios como los hermanos Koch, arracimados en el molde del nazi henry ford, la grandeza a la que trump arrastra a tan infame eslogan, es, en su ataque al socialismo que enmascara el ideario demócrata, el de una dictadura barnizada de espíritu empresarial, en el que basta mentir con énfasis e insultar con energías inacabables para merecer el respeto que un jefe de estado como Obama, que basa el suyo en la inteligencia, la sensatez y la oratoria, no merece si se puede elegir a un cowboy como trump, es decir como Reagan, como Bush jr. Como cualquiera que no sabe la más mínima noción de la fiscalidad de multinacionales, pero por qué preocuparse si la grandeza está a la vuelta de la esquina, como la basura que cualquiera saca a medianoche.