No hace ni diez años de una cuña de radio en la que un
locutor que pretendía un personaje entrevistaba a otro que era… el mismo
locutor con la voz ligeramente cambiada. Algún sector entero ha hecho de esa
desimportancia el eje de su publicidad –los detergentes es el más visible- y no
ha de ser ajeno a ello el que elegir uno u otro sea un acto pueril que bien
pudiera merecer una farsa más en la forma de anunciarse. Si sorprende que una
aseguradora de empresas se sume a la tendencia es porque el tipo de análisis
que requiere contratarlo es bien distinto del que exige poner una lavadora. Y
sin embargo, el formato –absurdamente inverosímil, patéticamente paralizado
como un molde que viniera, ya listo para rellenar, con un programa de diseño- aparece
impreso en las páginas de economía de El País, como si la palabra “exclusiva” o esa aspiración risible –“desvelamos el secreto del éxito de una
aseguradora” disfrutara del mismo estatus, credibilidad, exigencia de
realidad de la que aparece rodeada. Si uno imagina que el plan de medios
contempla la razón o abc como medios principales, se entiende todo un poco más.
sábado, 8 de junio de 2013
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