sábado, 8 de junio de 2013

ventriloquía


No hace ni diez años de una cuña de radio en la que un locutor que pretendía un personaje entrevistaba a otro que era… el mismo locutor con la voz ligeramente cambiada. Algún sector entero ha hecho de esa desimportancia el eje de su publicidad –los detergentes es el más visible- y no ha de ser ajeno a ello el que elegir uno u otro sea un acto pueril que bien pudiera merecer una farsa más en la forma de anunciarse. Si sorprende que una aseguradora de empresas se sume a la tendencia es porque el tipo de análisis que requiere contratarlo es bien distinto del que exige poner una lavadora. Y sin embargo, el formato –absurdamente inverosímil, patéticamente paralizado como un molde que viniera, ya listo para rellenar, con un programa de diseño- aparece impreso en las páginas de economía de El País, como si la palabra “exclusiva” o esa aspiración risible –“desvelamos el secreto del éxito de una aseguradora” disfrutara del mismo estatus, credibilidad, exigencia de realidad de la que aparece rodeada. Si uno imagina que el plan de medios contempla la razón o abc como medios principales, se entiende todo un poco más. 

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