Aceptar que la ideología que vertebra tu sociedad refleja un paisaje de
patetismo y estupidez ha de ser menos traumático que hacer de ello un reclamo
turístico. De ahí que el anuncio carezca de lo que tiene toda campaña que
aspira a atraer turismo –paisajes- pero incluya la transparente ambición de
parque temático. El símil es pertinente dado que quien lidera tan desdichado
país lo es también gracias a que el destinatario inicial de su puesto –su
hermano mayor- fue apartado de tan sagrada tarea tras ser detenido en el
aeropuerto de Tokio, en 2001, con pasaporte falso con la intención de acceder a
Disneylandia. Mimético del que cuenta la pose, el énfasis lelo del anuncio solo
se explica porque, vendido en su país como producto acostumbrado por ley a ser
el único del mercado, a sus ojos la comunicación conlleva la obediencia del
lector y no el derecho a ignorar lo que vino a contar. Apareciera H.G. Wells en
su lugar y al menos el anuncio tendría sentido. Las condiciones especiales que
se imprimen –imposibilidad de contactar, de comunicarse con alguien, de acceder
a cualquier forma de conocimiento vía dispositivo móvil- hablan también de lo
que las neuronas han de sentir en su cerebro.
lunes, 17 de junio de 2013
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