lunes, 17 de junio de 2013

la venda al mismo tiempo que la herida


Aceptar que la ideología que vertebra tu sociedad refleja un paisaje de patetismo y estupidez ha de ser menos traumático que hacer de ello un reclamo turístico. De ahí que el anuncio carezca de lo que tiene toda campaña que aspira a atraer turismo –paisajes- pero incluya la transparente ambición de parque temático. El símil es pertinente dado que quien lidera tan desdichado país lo es también gracias a que el destinatario inicial de su puesto –su hermano mayor- fue apartado de tan sagrada tarea tras ser detenido en el aeropuerto de Tokio, en 2001, con pasaporte falso con la intención de acceder a Disneylandia. Mimético del que cuenta la pose, el énfasis lelo del anuncio solo se explica porque, vendido en su país como producto acostumbrado por ley a ser el único del mercado, a sus ojos la comunicación conlleva la obediencia del lector y no el derecho a ignorar lo que vino a contar. Apareciera H.G. Wells en su lugar y al menos el anuncio tendría sentido. Las condiciones especiales que se imprimen –imposibilidad de contactar, de comunicarse con alguien, de acceder a cualquier forma de conocimiento vía dispositivo móvil- hablan también de lo que las neuronas han de sentir en su cerebro. 

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