jueves, 14 de mayo de 2015

una ventana, un voto


Una agencia sabe cuándo un anunciante tira el dinero. Generalmente lo sabe desde la parte del suelo al que da la ventana desde el que se tira. En eso no se distingue del resto de sectores productivos, tampoco de la política, un sector productivo en sí mismo aunque guste de presentarse con ropajes más dignos. Aunque el nexo más claro es que si alguien sabe cuándo tira el dinero, es un partido político, porque vive de eso. También en otros sectores trabajar, hacer y crecer sucede junto a la ventana antes citada, pero raramente la fabricación de piensos, cemento, procesadores o zapatos permite la visibilidad con que la política tira por la ventana más cosas: principalmente, a paletadas, su credibilidad. Solo en una campaña electoral se advierte cuán la credibilidad es dinero también, pues millones de envíos postales como el de la imagen recorren el país como antes los repetidos fraudes con que gastan los cuatro años de legislatura. De las cinco caras que aparecen en los envíos del pp y el psoe, solo la del presidente del gobierno no mira al frente, sino hacia arriba, quizá porque lo que viene a ofertar es justo eso, una ventana por la que se ve un país que no existe fuera de los envíos electorales. O porque trabajar, hacer y crecer tienen que ver, en política, con verbos mucho más pasivos, ambiguos o directamente opuestos.

El espacio inane, absurdo a base de irrelevancia, que ocupa la política estos días en los periódicos impide saber de esas otras campañas en marcha, una de ellas el juicio por fraude fiscal que, amparando hechos más graves no menos claros, sienta en el banquillo a altos cargos del pp que en el transcurso de ese primer verbo –trabajar- insertaron otros cuando nadie miraba, o cuando todos miraban sin querer ver –hacer crecer- y que, enunciados ante un juez, muestran hacer crecer cuentas en paraísos fiscales entre toda estratagema delictiva imaginable, ya sea en estructuras nacionales de poder –la sede misma o los sobresueldos en negro a sus dirigentes-, regionales –el fraude sistémico (gurtel) en la transmutación de contratos públicos en comisiones millonarias-, o locales –alcaldes y consejeros encarcelados por robo. Y todo ocurrió durante una década en la que todo ese dinero opaco que constructoras, eléctricas, telefónicas o tecnológicas pagaron en concepto de chantaje asumido sirvió para pagar millones de envíos electorales que ayudaron a ganar elecciones en todo el país.
La única verdad del que llega estos días a los buzones es que todo lo anterior, y lo que vendrá, está en ese eslogan: solo es posible con tu voto. Que viene a contar esa otra campaña electoral permanente que sucede al ir a votar cada día por el periódico que cuenta aquello que quieres oír. Por cada euro opaco que engrasa la maquinaria política hay un dato que sus votantes escogen no saber, una realidad que prefieren ver, no contante y sonante, sino como un cheque que paga cosas mejores, más sagradas, ideológicas, que son las que, en la cabeza de la gente, se pagan en negro siempre. El orgullo, la decencia, la pervivencia de valores conservadores son el envío electoral, torvo y ubicuo, con que aznar, aguirre, gonzález pons o cospedal llaman a no pensar, a no leer, a no juzgar. La publicidad les acoge con la familiaridad del sector que se dedica a lo mismo. 

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