domingo, 17 de abril de 2011

desde el centro de la irrelevancia


Un anunciante también es alguien a quien no le tiembla la voz para decir que lo que patrocina o proclama es lo más importante que pueda ocurrir en el mundo en ese momento. A veces su voz, como su falta de pudor, es solo suya. Y a veces, como es principio en política y hábito en fútbol, es solo lo que muchos se han acostumbrado a saber a fuerza solo de escucharlo. Maximizar lo que se obtiene de una promesa es la arcadia de todo creativo publicitario, y si alguien ha de poner puertas al campo dudosamente estará en la reunión en que anunciante y agencia discuten el encargo de anunciar un partido de fútbol. Que el firmante de la sentencia bíblica sea el mismo que imprime las restantes 55 páginas del periódico destinadas a probar lo contrario que se afirma en ésta, ha de importarle nada a quien pide y aprueba el anuncio, pues la idea de que parte es cierta: y si el anuncio se imprime sin problemas en mitad de un periódico no deportivo es porque a los ojos de quien, para llegar hasta aquí, ha sobrevivido a las atroces páginas de economía, nacional o internacional, detenerse en la noticia de un partido de fútbol es imprescindible si se quiere salir a la calle al día siguiente, a sonreír como si el centro del universo estuviera realmente en un sitio donde los insultos, la tensión, la ira contra quienes no son de los tuyos orbitara en torno a un juego, donde ganar o perder sea tan irrelevante para el universo.

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