En un sistema político en el que los miembros
del partido republicano consideran más sacrificable la decencia más elemental o
las consecuencias de la estupidez y la arrogancia emitidas desde el puesto de
trabajo más peligroso del planeta, que la posibilidad de preferir un candidato de
la competencia, el que un empresario de la industria pornográfica ofrezca una
recompensa por comprar la destitución del presidente del país es una audacia,
una reinvención de la mera idea de prueba judicial, que esa sociedad ya no está
preparada para valorar en lo que significa.
El eco, leído por ese mismo partido como mero
exhibicionismo del hartazgo, de lo que es una brillante idea pagada con fondos
reprobables ni siquiera se distingue ya del formato idéntico que ha llevado a
la presidencia del país a un ser incapaz de una idea que no sea ideológicamente
pornográfica. Incluso en el caso, más que deseado, de que la información sobre
trump llegue a tiempo, lo que pretende mostrar del pueblo que le eligiera llega
tarde: si es expulsado, éste clamara que quien es destituido es el pueblo
americano y esa aberración de la inteligencia social obtendrá la misma
validación que el resto de propuestas aulladas durante la campaña electoral y
refrendadas a diario desde entonces.
Su triunfo es doble porque la apuesta de Larry
Flint es una que muchos asociarán inmediata y exclusivamente a la provocación
ligada al sector en que trabaja. Y quienes podrían enarbolar ruego similar –The
New York Times, The Washington Post- nunca lo harían porque la gente educada
que los lee sí aprecia el valor de las formas en la negociación del mundo.
Si hay una ventaja evolutiva de los
embrutecidos seguidores de trump es la falta de importancia del escrúpulo, el
saber que los que asisten asqueados al derrame de estupidez que aquel irradia
en cada palabra arduamente serían capaces de llegar, en defensa propia, a la
mitad del odio, la mezquindad y la mentira que éste, y en general el partido
republicano, hace mucho adoptó como forma de vida perfectamente mimetizada con
los requisitos de inteligencia y moral de quienes les votan.
La tristeza ante la perspectiva de cientos de
millones de personas empeñadas en reivindicar la calaña impune de alguien como
trump tras los ocho años de una inteligencia como la de Obama es inabarcable, y
crece con cada frase miserable pronunciada desde el partido republicano, no
ante las razones que exhibe el anuncio, sino ante la recompensa, esa bombilla grosera
que lo ilumina, pese a que el anuncio se preocupa, y mucho, de argumentar muy detalladamente
porqué la obscena necesidad de expulsar a trump de la casa blanca es en
realidad la muy pulcra necesidad urgente de poner freno a sus atroces
decisiones en contra de toda visión lúcida, sensata y sensible del mundo.
Que el dinero de la masturbación pague el
antídoto del onanismo político más obsceno que jamás veremos es, eso sí, un horizonte
suculento a la altura exacta de los métodos de aquel contra el que se dirige.
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