lunes, 27 de diciembre de 2010

El sueño de la bombilla




También en su brevedad la publicidad juega a simular el mundo: año atrás año Estados Unidos produce atletas que dominan sus categorías respectivas, y los que no, lideran otra: la de obesos mundiales, con dos tercios de sus 310 millones de personas con sobrepeso; mientras 3 de las mayores 6 fortunas del mundo son estadounidenses, el 15% de su población vive en la pobreza. No siempre lo que proporciona brillo a un país tiene que ver con lo que realmente deja ver esa bombilla. Petroleras, eléctricas, aeronáuticas o metalúrgicas pasan por la publicidad dejando una estela de importancia social que construye prosperidad a gran escala al tiempo que socava recursos y personas, que pasan por sus anuncios como sombras de un brillo mayor o con mejor pagadas bombillas a su disposición.
Fuera de eso, la mayoría de anunciantes pugna por hacer restallar lo mejor que tienen sin complejos de grandeza, aunque en una inmensa mayoría de casos eso les conduzca directamente a la irrelevancia o la invisibilidad proporcional a su esfuerzo. Nike piensa de otra forma. Y si es un gusto asistir a ello, es porque cada vez que lo hace ha de superar ese escollo que es haber venido a ofrecerse para semejante trago con apenas un par de zapatillas que ofrecer. Sirven para correr, o ni siquiera. Y adecuadamente expuesto, es todo lo que se necesita para defender la idea de que basta lo que llevas puesto en los pies para salir ahí fuera y cambiar algo, algo que a veces es sólo lo que eres, y otras es, sobre el filo de las navajas de la realidad y la euforia, un milagro que para producirse sólo está esperando a que alguien decida creer en ello.
Aún alumbrado por luces poderosas como sean nuestro insospechado dominio mundial en muchísimos deportes, el nuestro es un país que invierte para crear luciérnagas en vez de luminarias, y cuya ausencia general de brillo, documentada cada día en los periódicos, no se resuelve ganando más partidos, o no estaríamos donde estamos pese a la ristra de éxitos anuales. Pero de eso no puede responsabilizarse un anuncio, y menos una compañía de zapatillas norteamericana que bastante tiene con vivir, como el periodismo deportiva, del engorde de ese orgullo nacional al que parece bastar su exaltación basada en razones que duran hora y media.
Su brillo tiene que ver con el día elegido para lanzarse al mundo –nochebuena- y con la honestidad brutal con que no miente en una sola de sus frases finales, esas que hablan de lo que le espera a cualquiera que se ponga unas zapatillas de deporte –“trabaja y esfuérzate, con humildad y respeto”- y esas que, en la boca adecuada, cuentan que dudas y asombro viajan juntos, y que si acaso no hay barreras contra la perseverancia, es porque “luchar contra la oscuridad, ser la luz que dicen que hemos perdido” afirma del logro su verdad mejor: que de los túneles se sale de uno en uno.

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