martes, 4 de enero de 2011

Parecidos irrazonables


Si fuera de los anuncios parecer lo que no se es acaba siendo una práctica más frecuente cuanto más difícil de discernirlo, dentro de un anuncio es una tentación que se cura en razón de lo contrario: la visibilidad de la farsa, de la exageración, del disfraz se ve de sobra, y lo ve todo el mundo, sin gran esfuerzo. Es por eso que Seat no hace anuncios tratando de parecer BMW, o Don Simón no invierte un céntimo camuflando un posible paralelismo con Vega Sicilia. Quien no puede se suele cuidar de parecer que puede, y quien puede suele mostrar que puede sin darse más importancia de la que vender algo a un millonario conviene mostrar. Tiffany es BMW en su campo, como Louis Vuitton lo es en el suyo. Se antoja ridículo imaginar a un doble de Sean Connery haciendo de Sean Connery junto a un bolso de esa marca, y por eso su campaña es justo lo que se espera: un alarde de poder y simultáneamente, de elegancia para filtrar sus rayos. Sólo que estos de la imagen no son el heredero de la familia real británica y su prometida, recientemente anunciado su compromiso. Y lo peor es justo lo mucho que se les parecen. También el logo es idéntico al de esa valiosa marca de joyería, del mismo nombre, que dice serlo desde 1837.

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