Han
pasado veinticinco años desde que Charles Barkley clamara desde un anuncio de
Nike que él no estaba aquí –allí, en los Sixers de Philadelphia- para educar a
tus hijos. Y la web de Bloomberg anuncia hoy que la misma marca está buscando a
un deportista famoso que desee declarar su homosexualidad para convertirse en
imagen de la compañía. Es valiente dar ese paso –el de la marca- en un país
donde nadie ve anormal que el presidente de la nación admita en la cena anual
de corresponsales ser –un suponer- un ignorante y un mentiroso, sin que emplear
los 364 restantes días del año en negarlo importe. Quiere esto decir que,
llegada esa campaña, pocos se extrañarán de que esa misma marca de zapatillas
renuncie a moldear en heroísmo la opinión de un atleta –Shane Battier valdría,
Derek Fisher probablemente también, y si no, Bill Walton, Abdul Jabbar o Bill
Russell- que declarara la irracionalidad de una sociedad abismada en una
pavorosa desigualdad de renta y al mismo tiempo armada hasta los dientes; cuya
política exterior es no pocas veces la de un gangster; o donde la mitad de un
país aún vota sistemáticamente a primates del partido republicano que
criminalizan el derecho al aborto, los derechos homosexuales, niegan la
evolución y ridiculizan el cambio climático. Como Barkley, la marca que le paga
no está aquí para educar a nadie. Solo que ese es justo el camino que eligió
hace mucho: vender zapatillas a través de la pregunta, de poner en duda el propio
mérito, de hablar del fracaso como vía hacia el logro habla también –alto y
claro- de otras marcas que uno lleva puesto: el conformismo, la ambición, el sueño
como salida de un entorno difícil. Si Collins es el primer jugador de la NBA
que declara su homosexualidad estando en activo es porque, mientras unos
anuncios hablan de superar lo que tenemos, el anunciar lo que eres en secreto sigue
siendo en no pocas instituciones –las fuerzas armadas es el más claro- una marca
que no puedes permitirte. Improbablemente los votantes demócratas son los únicos
ciudadanos de ese país en comprar zapatillas Nike, asi que lo que tenemos es
una paradoja clásicamente publicitaria: aspirando a contar en sus anuncios algo
que te haga pensar, muchos de sus clientes –solo Iowa tiene más de tres millones-
pasarán por caja para comprar un producto que solo les sirve cuanto más alejado
de su cabeza. Cuántos en Alaska o en Tejas –la primera hasta hace poco en manos
de la notoria retrasada mental sarah palin, la segunda aún hoy a merced del alfabetismo
meramente funcional de rick perry- pensarán lo que Collins sabe perfectamente: cómo,
cuando sus Wizards visiten a los Spurs o a los Rockets, no les gustaría
estar en sus zapatos.
jueves, 9 de mayo de 2013
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