Como
probablemente toda forma de justicia, lejos de las sucursales bancarias de todo
el mundo donde se fragua la próxima burbuja, en las que millones de clientes
son robados, chantajeados, mentidos a la luz del día y de la tinta impresa en
otros tantos millones de folletos que ayudan a camuflar la estafa, la
publicidad de un periódico de economía redime, por un instante, todo el
simbolismo bancario al servicio del crimen financiero. Ni para mondadientes
sirve en el mundo real. Y acaso sirva al enemigo, en ese escondite que es
pensar que quien no come, es comido. Pero un símbolo sirve a otro: cómo la víctima
última, la más vulnerable, tiene el tamaño exacto, invisible e ignorado, de la
letra pequeña de los contratos bancarios.
sábado, 25 de enero de 2014
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