Trascendiendo que son palabras y no cifras las que logran el acuerdo que
viene de firmarse en Paris para limitar el apocalípsis climático, que son las
palabras exactas, precisas, las que ponen de acuerdo a cuantos países acuden a
suscribir el acuerdo, el afán de presunción, a evitar siempre, refulge con la
luz del exhibicionismo que una marca que jamás se anuncia en El País paga por
una página en que presumir de lo que a un país le es infinitamente más arduo de
lograr. Y es quizá el orgullo henchido el que, abarcando entero el campo de
visión, impide ver que las emisiones de titulares impresos necesitan de saber
leer además de saber contar. Sin la coma después de la primera palabra, el
titular dice otra cosa, algo que, en lo evidente de la ausencia, se ha de parecer
más a “cero lecturas desde 2009”, record que en este mundo no va a lugar
alguno, de tantos participantes como hay. Ese otro combustible fósil: la
ignorancia, en forma de analfabetismo dejado atrás por el énfasis en decir bien
alto lo que se tenga que decir.
lunes, 14 de diciembre de 2015
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