sábado, 5 de diciembre de 2015

La eriedad



Cuando en 2009 los hermanos Coen trenzaron la historia de un hombre en busca de sentido, que lo busca donde imposiblemente puede hallarlo, y donde todo alrededor se desmorona a medida que intenta sostenerlo, el título elegido fue Un hombre serio. Inserta en esa trilogía de la estupidez humana inserta en moldes cotidianos que forma junto a Fargo y Quemar después de leer, la seriedad es solo, frecuentemente, el rictus impasible antes, durante y después del desastre. 
La política del pp en la legislatura que ahora acaba viene de escoger la seriedad como vector propagandístico frente a la aventurado que supone confiar en propuestas nuevas (podemos y ciudadanos) o renovadas (psoe). A la seriedad aspiraba aquel directivo que llamaba en sus anuncios a buscar, comparar y comprar si uno encontraba algo mejor. Seriedad es el motto de esa marca alemana de coches, en los tribunales de todo el mundo en la actualidad por vender humo blanco cuando era negro. A la seriedad ante notario aspiran las marcas de detergentes que demuestran lavar mejor que el resto. Y sin embargo el sobreprecio, la toxicidad, las manchas aparecen en cuanto uno quita los ojos del televisor. 
De cuantas estrategias publicitarias invaden a diario el sentido común o el del más elemental gusto, la del pp es probablemente la que más en serio se toma el retorno de sus inversiones, como dilucidará el juicio por financiación ilegal que no llega a tiempo de añadirse como coda al parnaso actualmente clamado. En una película de los Taviani de hace un par de años, los reclusos de una cárcel escenificaban con una seriedad pasmosa Julio César, de Shakespeare, al punto de que sus vigilantes interrumpen sus labores para asistir a los ensayos. Esa parte del mitin a la muerte de César en la que el orador principal, que viene de asesinar a aquel a quien dice admirar y querer, es respondida con un discurso magnífico que glosa la capacidad de manipulación y que termina con la frase inmortal “Y sin embargo es un hombre honrado”. Un hombre serio. El que lleva los puñales para proteger a Roma.

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