En un sector en el que tan fácil es considerar que
los símbolos son de quien los muestra, como si hacerlo otorgara la exclusividad
durante un siglo, pasma la decisión de un banco de fundar una no frugal campaña
de lanzamiento en el símbolo que, pintado de naranja, durante años empleara
otro como base de su comunicación. Acostumbrados a que el temor sustituya al
mínimo análisis, es un triunfo de esa forma escasa de cordura que parte de que
quien ve un anuncio bastante tiene con hacerlo. O lo que es lo mismo, que quien
asiste a la publicidad no tiene la más remota intención de memorizar,
clasificar y juzgar los anuncios que le salen al paso cada día. ¿Qué un banco
decide usar el mismo símbolo que uno que ya lo hizo? ¿y? Nadie que decida
pararse a leer este anuncio hace nada que no sea exclusivamente eso: mirar el anuncio.
¿Cuántos de quienes miran cada día un periódico online saben dónde está la
sección de hemeroteca?
sábado, 23 de enero de 2016
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