domingo, 24 de enero de 2016

think as usual




La estafa tributaria es una de las señas de identidad de nuestro tiempo, y no es casual que otra de ellas –la unión europea- vea permanentes ejercicios de traición fiscal radicada en Luxemburgo o Irlanda como casos más notorios. Al operar las multinacionales como países dotados de su capacidad de presión y su impunidad, el círculo se cierra con la elegancia de una cremallera fiscal: Apple genera más de la mitad de sus ingresos fuera de Estados Unidos pero, radicada su facturación en Irlanda, solo paga un 1.8% de impuestos sobre esas cifras. La cifra acordada por la Comisión europea estos días, que podría condenar a Apple a pagar más de 8000 millones de dólares en impuestos no pagados en los años que van de 2004 a 2012, es en sí una broma enésima si comparada con la presión fiscal que soporta cualquier ciudadano en esta parte del mundo, al computar en el 12.5% la tasa a aplicar sobre los 64.000 millones de dólares generados en ese tiempo. En su punto más bajo en 2010, la presión fiscal en los países de la moneda común era del 39,2%. “Lo único que no puedes hacer con quienes quieren cambiar el mundo” –dice la campaña de lanzamiento del imac en 1997- “es ignorarles”. Hágase.

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