La estafa tributaria es una de las señas de
identidad de nuestro tiempo, y no es casual que otra de ellas –la unión
europea- vea permanentes ejercicios de traición fiscal radicada en Luxemburgo o
Irlanda como casos más notorios. Al operar las multinacionales como países dotados
de su capacidad de presión y su impunidad, el círculo se cierra con la elegancia
de una cremallera fiscal: Apple genera más de la mitad de sus ingresos fuera de
Estados Unidos pero, radicada su facturación en Irlanda, solo paga un 1.8% de
impuestos sobre esas cifras. La cifra acordada por la Comisión europea estos
días, que podría condenar a Apple a pagar más de 8000 millones de dólares en
impuestos no pagados en los años que van de 2004 a 2012, es en sí una broma
enésima si comparada con la presión fiscal que soporta cualquier ciudadano en
esta parte del mundo, al computar en el 12.5% la tasa a aplicar sobre los
64.000 millones de dólares generados en ese tiempo. En su punto más bajo en
2010, la presión fiscal en los países de la moneda común era del 39,2%. “Lo único que no puedes hacer con quienes quieren
cambiar el mundo” –dice la campaña de lanzamiento del imac en 1997- “es ignorarles”. Hágase.
domingo, 24 de enero de 2016
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