Si a algo se parece una línea de periodismo impreso
es a ese otro renglón fino que separa el nutrir una conversación de sembrar
temas con abonos de mala calidad. Camuflada como línea editorial, la trinchera
ideológica desde la que se fabrican diariamente no pocos de los periódicos más
leídos mezcla ranciedad y una opinión cuya templanza es apenas cualidad de
hincha futbolístico. Las hojas parroquiales no aspiran a fomentar la
conversación sino el eco exacto del eslogan. Y por ahí se escapa la posibilidad
de que el periodismo forme en nuestro país individuos dotados de espíritu crítico.
Uno, que no siempre observa la ecuanimidad necesaria en el periódico que lee,
lo sigue comprando porque, incluso en esos momentos, sigue siendo el que más
cuidado pone en no llamarme idiota. Solo que si a las malas, la influencia del
mal periodismo es inmensa, a las buenas, no logra ir muy lejos en sus
beneficios para la sociedad: la conversación que nutre el periodismo adecuado
en Estados Unidos –The New York Times, The New Yorker, The Washington Post- apenas
es audible entre el griterío zafio, explícitamente pueril y analfabeto, que
rezuma buena parte de la audiencia del partido republicano, que de hecho es
medio país. Uno no imagina a abc o la razón eligiendo a SCPF para anunciar
propósito similar a este de El País, y eso habla de ambos lados: de quienes
eligen a la única agencia que viene defendiendo desde hace décadas la lectura
honda y extensa como herramienta de comunicación en muchos de sus clientes. Y de
quienes para la expresión “para
escucharte mejor” solo significa tratar a caperucita como merece, y emplear
en ello cuantos cuentos sean necesarios.
miércoles, 3 de febrero de 2016
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