No hace falta ser socio de Greenpeace o lobbista de algún
movimiento pronaturaleza o solo prosensatez para sentir el olor que desprende
la campaña de chevron que viene publicándose desde hace meses en todo el mundo,
y que expone el compromiso de la multinacional con una contundencia tan eficaz
en lo simbólico como… directamente sospechosa, irreal en quien haya leído un
periódico alguna vez. Solo su perseverancia en salir en The Economist es pura
inconsciencia.
Paradójica, magníficamente, también cuando es fallida la
publicidad proporciona una ventana para asomarse a la compañía que la paga. Y ojalá
hubiera más webs que, como chevronthinkswerestupid.org/weagree, animaran a
colgar versiones reales de las campañas irreales que el dinero paga impunemente
en medios de todo el mundo. 90 millones de dólares invertidos en publicidad dan
para manchar millones de hojas en todo el mundo, esparciendo el mensaje. Poco
comparado con la mancha que esparcen los 18 billones de dólares de multa (que chevron
se niega a pagar) a que les condenara un tribunal ecuatoriano –donde la
multinacional eligió ser juzgada en vez de en Estados Unidos- por destruir
ecosistemas, envenenar el agua, arrasar poblaciones indígenas y expulsar a sus
habitantes.
Refiere la web cómo la
campaña logró confundir a algunos medios, que llegaron a publicar noticias
sobre la campaña falsa creyéndolos reales. A quienes dirigen la compañía debe
pasarles lo mismo.
vaya tela marinera... he de pasear más por la playa... interesante esto. :)
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