domingo, 3 de junio de 2012

antes de que cante el gallo

No es fácil ser un banco hoy. La primera evidencia es ver el dinero invertido en negar que lo son. Los anuncios de Banesto se imprimen estos días en el reverso de las hojas del periódico que cuentan las noticias sobre la catastrófica situación financiera de Bankia. Comprimes la hemeroteca en veinte años y ambos son la misma crisis. En 1993 Banesto fue intervenida por el estado ante un agujero patrimonial de más de 3.600 millones de euros. Sobrevivió adjudicada al banco Santander. Es básicamente lo mismo. Pero a qué comprimir la memoria si en dirección contraria expandes la cuenta de resultados: las ordenes en cualquier sucursal del Santander son hoy responder a cuanto cliente asustado pregunte por la seguridad de sus ahorros que Bankia va a quebrar. O es improbable, como poco, o es directamente falso. En ambos casos, un anuncio de otro banco no tiene que esforzarse mucho en presentarse como la panacea, dado el miedo generalizado. Es decir, dado el desconocimiento generalizado.


Nadie querría ser cliente de un banco. Si lo somos es porque no tenemos opción. Pero eso no incluye entender su funcionamiento. No es recíproco porque no es necesario ser muy listo, ni muy director de banco, para entender lo que un cliente necesita cuando acepta estampar su firma en un contrato bancario, sea una cuenta corriente o un crédito hipotecario. Y como cualquiera que haya pedido algo a un banco sabe, nada de lo que necesitas pasa por ser entendido, sino meramente evaluado. Por eso lo que un banco te pide es una nómina, un aval, no una carta de tus padres o una recomendación de tu círculo de amigos. Un banco no necesita entenderte, no está aquí para eso. Y es iluso pensarlo. Entender al banco es mucho más fácil. Y aún así la gente sigue entrando en ellos cada día.
Llamar a eso “confianza” es una error pulido a conciencia. Qué es esta crisis sino la inexplicable e infinita toma de decisiones erróneas, por ignorancia o temeridad en quien las pedía, por ineptitud o avaricia denunciable en quien las concedía. Es natural que pedir el dinero que huye de un banco en problemas sea, al mismo tiempo, legítimo e inmoral. Es eso lo que, sin necesidad de anuncios, se entiende perfectamente. Por eso el segundo  solo puede ser impreso en las páginas de nacional y no en las de economía. De hecho, el funcionamiento del negocio bancario solo se entiende en este país leyendo al revés ese titular: ya sea estafando a pensionistas indefensos mediante acciones preferentes o tomando decisiones de inversión temerarias o ineptas, un banco solo distingue entre dos tipos de propietarios de su dinero: su consejo de administración y los accionistas. “Cliente” es lo que, en el antiguo Egipto o en las plantaciones americanas de los siglos XVII y XVIII, se entendía por aquellos que construían pirámides o recolectaban algodón. 

1 comentario:

  1. "Error pulido a conciencia..." hermosa y precisa frase. Españolito este comentario es brillante.

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