Nadie querría ser cliente de un
banco. Si lo somos es porque no tenemos opción. Pero eso no incluye entender su
funcionamiento. No es recíproco porque no es necesario ser muy listo, ni muy
director de banco, para entender lo que un cliente necesita cuando acepta
estampar su firma en un contrato bancario, sea una cuenta corriente o un
crédito hipotecario. Y como cualquiera que haya pedido algo a un banco sabe, nada
de lo que necesitas pasa por ser entendido, sino meramente evaluado. Por eso lo
que un banco te pide es una nómina, un aval, no una carta de tus padres o una
recomendación de tu círculo de amigos. Un banco no necesita entenderte, no está
aquí para eso. Y es iluso pensarlo. Entender al banco es mucho más fácil. Y aún
así la gente sigue entrando en ellos cada día.
Llamar a eso “confianza” es una
error pulido a conciencia. Qué es esta crisis sino la inexplicable e infinita toma
de decisiones erróneas, por ignorancia o temeridad en quien las pedía, por
ineptitud o avaricia denunciable en quien las concedía. Es natural que pedir el
dinero que huye de un banco en problemas sea, al mismo tiempo, legítimo e
inmoral. Es eso lo que, sin necesidad de anuncios, se entiende perfectamente. Por
eso el segundo solo puede ser
impreso en las páginas de nacional y no en las de economía. De hecho, el
funcionamiento del negocio bancario solo se entiende en este país leyendo al
revés ese titular: ya sea estafando a pensionistas indefensos mediante acciones
preferentes o tomando decisiones de inversión temerarias o ineptas, un banco
solo distingue entre dos tipos de propietarios de su dinero: su consejo de
administración y los accionistas. “Cliente” es lo que, en el antiguo Egipto o
en las plantaciones americanas de los siglos XVII y XVIII, se entendía por
aquellos que construían pirámides o recolectaban algodón.
"Error pulido a conciencia..." hermosa y precisa frase. Españolito este comentario es brillante.
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