jueves, 7 de junio de 2012

el cisne automático





Por cada anuncio de Audi, esa pregunta: si el chasis de la publicidad magnífica requiere de un producto igualmente magnífico dentro de ella. Desoladora, impotente, la respuesta es no. El que Audi no necesite plantearse estas cuestiones quizá explique el asombro con el que, desde fuera, se asiste a las que sí se abordan. Una, la más obvia, es ir cómo ir por delante en diseño. Otra, más interesante, que eso suponga hacer los coches… más feos de su tiempo. O al menos los más incomprendidos. Cierto que según qué apuestas contra uno mismo son más fáciles de lanzar si la superioridad del producto presente permiten contar el fiasco pasado como una anécdota. Pero su apuesta va más allá. Y la explicación última de su concepción de la publicidad pudiera estar, no en la parte final del anuncio, sino extrañamente en la primera: ahí donde su reacción ante la acogida popular es seguir haciendo lo que creen correcto. Qué parte de su política permanente de recurrir a la inteligencia del consumidor en publicidad no será, vista la sensatez con que nos manejamos, el mismo acuerdo secreto con uno mismo.

1 comentario: