Por cada disco de vinilo que giraba en los
tocadiscos de medio mundo dejando oír la voz de Bob Dylan cantando contra la presencia
de Estados Unidos en Vietnam, una rueda fabricada en ese mismo país hacía lo
propio en las carreteras y caminos forestales vietnamitas en la década de los
sesenta. El orgullo americano que hoy pide hacer los coches de su población es
el mismo que, durante décadas, fabricara gobiernos o los enviara al desguace si
no le convenía cómo se conducían. La industria que hubo de ser rescatada hace
unos años con dinero de los contribuyentes que escogieron en masa coches más
baratos o solo más sensatos, que manda a desdeñar coches importados, es la
misma que sembró de Fords y Jeeps el suelo del país cuya guerra cantara Dylan a
acabar, cuando “nosotros” significaba “ellos”, y “ellos”, algo denunciable.
Aunque solo sea porque aparece fugazmente Julius Erving, el anuncio es impecable,
está muy bien hilvanado, ni es vago ni prepotente. Que Dylan solo recuerde
vagamente a Dylan es, probablemente, lo mejor que puede pasarle.
sábado, 8 de febrero de 2014
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