La
renuncia a contar algo que te diferencie para elegir, en su lugar, algo que te
acerca a cuantos más, mejor, es un tic social que tiene que ver con la sensación
de pertenencia. Y que, desde su práctica en lo publicitario, tiene que ver con
otro tic no menos humano: la incapacidad de entender lo que el marketing
adecuadamente elegido puede hacer por diferenciarte. Lo que en el individuo es
gregarismo, en la forma de una marca de relacionarse con el mundo es pereza y
pensamiento débil. Alentados por lo tentador que es siempre confundir seducir
con imitar, la publicidad de una agencia de viajes inunda desde hace meses
insufribles las páginas de los periódicos con imágenes de parejas posando para
una autofotografía. En esa costumbre tan humana que es guiarse por el profeta menos
adecuado, la patética aproximación de una marca de caramelos a la realidad que
imprime el periódico en la página previa desaprovecha, zafiamente, lo que más
valor tiene siempre en estos casos: optar por ligar lo que dices a lo que
sucede en tiempo real fuera de los tonos edulcorados de la publicidad. Sin valor para
decir lo que quieren decir –que el aliento político apesta-, queda en un tic más
de la publicidad: el gag burdo que escoge ser impreso en un periódico en vez de
servir a lo que realmente aspiran: el chiste inserto en un monólogo de bar
triste y vacío.
viernes, 30 de enero de 2015
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