viernes, 17 de marzo de 2017

el cuarto poder de no entenderlo


Quizá porque un teléfono móvil ha evolucionado hasta convertirse en la máquina de interrumpir el mundo, de insertarse groseramente en conversaciones o impedir una atención mínima, parece natural ignorar la cualidad primera de la publicidad –darse por sorpresa, interrumpir con inteligencia, humor o al menos sentido- y apostar por el rasgo opuesto: aburrir, suplantar la atención primera y más básica –la de quien reconoce la cabecera que compra. Hacerlo simulando ser el mismo cuadrante de información que ofrece el medio a diario –todo un hallazgo de cara a la sorpresa, han de pensar- es una doble apuesta por pedir la irritación de quien, comprando a contracorriente prensa impresa, espera que su periódico sea mejor, menos pueril, que lo que un teléfono oferta a diario vía redes sociales. Apelar a una sorpresa tan mal entendida sugiere no entender ni los mecanismos de la publicidad ni los del periodismo que interrumpe. En el supuesto de que desde un fabricante de esa tecnología distingan una y otro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario