A salvo del
rechazo o la incomodidad de ser tan visible product placement como lo sea un
coche o una bebida, un reloj se cuela en un plan de rodaje con la naturalidad
con la que su precio se cuela exclusivamente en el plan de compra de quienes
ganan mucho dinero al protagonizar películas de éxito. Más peculiar es que,
para anunciar el patrocinio de un premio, se sirva de películas –abismo, la
saga closeau, speed- que no lo ganaron ni estuvieron remotamente cerca de optar
a él, y que tanto dicen del arte de hacer cine como una salchicha lo hace de la
buena cocina. Sería más sencillo contar que nunca se mira más el reloj que
cuando la película te aburre.
domingo, 5 de marzo de 2017
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