jueves, 23 de octubre de 2025

Otro lo habrá leído


La idea es hermosa. Depender de alguien a quien no conociste. Reconocer esa deuda. Honrarla, agradecerla. Lleva tiempo pulir la conciencia hasta llegar a esa conclusión. Más aún si la conciencia es la de una marca. Quizá por eso, porque hay muchas horas empleadas en modelar esa revelación y en hacerla pública, a la hora de revisar tan magnífica noción, todos los encargados de buscar errores -en el anunciante y en la agencia- parecen no haberlo considerado importante. Las grandes palabras están siempre indefensas. Por eso suenan frecuentemente en boca de miserables por doquier. No lo es Unicef, un intento noble por paliar dolor y aportar esperanza. Pero es desolador ver que una declaración de intenciones tan elaborada, tan esforzadamente comprometida, sugiera que todo eso no les importa en realidad lo suficiente como para leerla antes de publicarla. No más allá de la quinta palabra impresa, en el límite de ese “agredecimiento”.

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