El increíble
hombre menguante, de Jack Arnold, cumplía cuarenta años desde que estrenada
cuando en 1997 Bartle Bogle Hegarty recreó sus imágenes icónicas para vender
unos vaqueros que cualquier joven de 20 años se pondría para hacer cualquier
cosa menos ponerse a ver la película de Arnold, antes o después de entrar en la
tienda a adquirirlos. Más lejana la referencia cultural que se toma prestada,
más osado el intento. Si la campaña es magnífica es porque ni siquiera necesita
la película para tener sentido pleno, pero admira el gusto con que quien
dudosamente ha de saber de la película más que sus clientes decide aprobar lo
que, sin ser necesario, sí es valioso. Esa diferencia entre lo que está aquí
para vender y lo que está aquí para ayudarte a mirar mejor, más hondamente, el
anuncio es la que hay entre entender que lo que paga tu sueldo –lo sabido, lo
cotidiano, lo previsible- es lo último que sirve para que alguien se pare a ver
un anuncio.
martes, 10 de junio de 2014
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