miércoles, 6 de agosto de 2014

el colegio esférico





En los mismos días en que el anuncio se dejaba ver en Argentina, también lo hacía un video doméstico en el que un niño pequeño, preguntado por su madre argentina qué equipo va a ganar el mundial de fútbol, responde varias veces que Brasil –son buenísimos, dice. Y a cada respuesta del niño, más se ofusca la madre, a la que, más que divertido, le parece una ofensa, una atrocidad. Patéticamente, la madre sugiere entonces que ellos, en todo caso, van con México, con Colombia, pero nunca con Brasil, imposible, insoportablemente con Brasil. Como hace cualquiera, la identidad nacional se nutre de lo que puede más de lo que debe, y como sucede en Italia o España, la personalidad colectiva argentina vive refugiada en un orgullo de hinchada más que de ciudadanía. En otro anuncio, como éste argentino y con el mundial de fondo, un discurso del papa pronunciado en Brasil, henchido de parábolas futbolísticas, es utilizado para contar lo contrario de lo que el buen hombre dijera, y volcarlo como un discurso patriótico, que no va menos contra Brasil de lo que va a favor de Argentina. La habilidad para enervar partes de la sociedad que mejor haría en atender razones más urgentes es un clásico de la publicidad deportiva en según qué países. La sra. a la que le parece una aberración el que su hijo prefiera a Brasil se merece la publicidad que ve, pero el niño no. La imposibilidad de la autorregulación publicitaria es solo la de la capacidad de quien asiste a ella para autorregular su mirada. 

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