martes, 5 de agosto de 2014

rey desnudo con reloj



La transmisión de propiedades que va del famoso a la marca que le paga por anunciar su producto se basa en la paradoja de que, pagando a alguien relevante para que aporte su prestigio a la marca que le paga, ésta lo emplea para anunciar que es al contrario: cómo la marca identifica, unifica a los creadores, a los iluminados, a los pioneros, como si fuera una marca de identidad, algo que permitiera distinguirlos de los seres normales. El hilo que separa el uso prudente de un famoso de la identificación en los valores de ambos –patrocinador y patrocinado- es tan frágil como entender que lo que anuncias como símbolo de sensibilidad o genio ha de ser la primera compra -un reloj, un traje, un coche de lujo- que cualquier mafioso o futbolista analfabeto sale a lucir. Además, nada hay que funcione como un reloj en un genio, al contrario: su talento, su capacidad creadora, revolucionaria, se basa en ver un tiempo y un espacio distintos de los que caben en la estricta, previsible, monótona maquinaria que constituye un reloj. Si de algo es testigo un reloj, cualquier reloj, es del paso invisible de quienes siguen el suyo propio. Otra cosa es la longevidad del tiempo, la duración constante, perfecta, de sus partes, cómo su mejor virtud es que te sobrevive, seas quien seas. Solo que esa es la campaña que, sin famosos, lleva años imprimiendo Patek Philippe. 

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