viernes, 19 de septiembre de 2014

pajarear el pasado





Quizá porque muchas veces a un famoso le importa más qué compra un anunciante que lo que vende con su colaboración, los anunciantes que se ligan a él ejercen el mismo derecho a la incoherencia. Es así como, meses después de que Dylan prestara su evolucionada carrocería mental al de una marca de coches, estos días la pone a disposición de un banco, uno de los pocos sectores que puede adelantar por la izquierda a un coche en la promoción de lo que no necesitamos. Si ambos anuncios –el de Chrysler y este de ING- están estupendamente trenzados es porque el único que sufre en el proceso es Dylan. No la banca online, una de las pocas que puede firmar la frase que cierra el anuncio –A todos aquellos que se replantean las cosas. Y Dylan no ha de ignorar que es justo eso –replantearse las cosas- lo que, en su paso del formato acústico al eléctrico, de la canción protesta a una temática más libre, del folk al pop, lo que volvió en su contra a muchos de quienes vieran en él el anuncio de un mundo distinto al que, sin ir más lejos, libraba Estados Unidos en Vietnam o la segregación racial en buena parte de sus estados en la misma década en que fueran grabadas las imágenes que emplea el anuncio. Que alguien pueda, medio siglo después, seguir representando lo que fue y no lo que es, es menos una derrota de su trayectoria que un triunfo de lo que da de comer a la publicidad: la atención fugaz, precaria, sin tiempo y acaso sin ganas de enjuiciar cómo alguien que fue conocido por algo que ya no es dice de un banco –entidad imposiblemente acústica- probablemente lo mismo.

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