El trasvase de contenidos entre cine y
publicidad es a veces un juego de espejos: convertida la saga cinematográfica que
ampara el anuncio en una cuyas tramas tienden al videojuego sin pudor a base de
repetir argumentos, dar enésimas oportunidades a los mismos personajes y
reiniciarlo todo a partir de la misma idea, su conversión oficial en videojuego
halla en esta forma magnífica la esencia misma del original: por un lado,
vibrante y tenso, el símil con el duelo que es la escena clave de Star Wars y
la única cuerda que sostiene algo valioso en las larguísimas horas rodadas de
la saga: el combate entre el bien y el mal creado a partir de aquel. Por otro, las
escenas de lucha espacial, cien veces repetidas, idénticas entre sí, y donde el
videojuego aporta, eso sí, la diferencia que el cine tristemente no puede: que la
única razón para asistir a una más sea participar de ella, luchar, triunfar o
caer, con algo –tu propia vida virtual- en juego que compense el saberse el
escenario y las razones de memoria. Con todo eso en contra, la primera parte
del anuncio es estupenda, honra los guiños de la saga que cualquiera se sabe al
dedillo, y lo hace con la más inesperada de las formas: sugiriendo un hallazgo
formal que las 17 horas estrenadas hasta la fecha quizá agradecerían, algo que,
parafraseando el mito dentro del mito, parece convertirse en más poderoso
cuanto más abajo cae.
jueves, 14 de diciembre de 2017
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