viernes, 1 de diciembre de 2017

Tate



Mientras en internet la lectura es arrinconada hasta parecer un objeto museístico, en los museos se desarrollan relatos que ayuden a ver las obras que cuelgan de la pared. La palabra que desfallece en una pantalla resurge, plena, en otra con solo pasar de la calle a la sala de un museo. Las imágenes que desechan el lenguaje al sucederse en masa agradecen, en una sala en la que hay que mirarlas de una en una, la colaboración de la palabra precisa para mejor verlas. La vigencia de la lectura, como la del susurro, tiene que ver con dónde se produce. En Londres, por ejemplo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario