jueves, 17 de octubre de 2013

a estas alturas

Quizá pensando que la mentira es como la letra pequeña, que menos se ve cuanto más te alejas para leerla, este cartel reluce en la plaza central de Toledo el mismo día que El País publica cómo el juez viene de imputar a consejeros de CCM por posible delito societario de administración desleal, traducido en un agujero patrimonial de 267 millones, tras haber sido imputado el propio expresidentes por delitos de estafa y falsedad contable. Sin el logo del banco que se quedara con la caja quebrada ubicado bajo el de CCM, el cartel podría llevar ahí años, incluso podría estar pagado o realizado por los mismos a los que se concedieran los préstamos y operaciones crediticias irregulares en 2007 y 2008 –inmobiliarias y constructoras. Su texto es aún más imperecedero, pues parece hablar también del futuro previsible, incluso cuando el cartel haya sido retirado: “legado de años de esfuerzo de quienes hemos estado, estamos y seguiremos estando aquí”. Con los pies en la tierra de quienes perpetraran la estafa inmobiliaria a gran escala, la visión más clara de lo que son viene, como podría hacerlo de la sucursal de al lado, de la noticia impresa junto a la anterior, una en la que el expresidente de la arruinada Pescanova, imputado también por delitos parecidos, viene de declarar al juez cómo la banca y el auditor conocían cómo manejaba la empresa. Sin cómplices no se logra nada. Solo ahí miente el cartel: si algo no puede decir un banco o una caja sometida a juicio por estafa a gran escala, es que son únicos. 

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