martes, 1 de octubre de 2013

aegonizar


Un seguro de vida es uno de esos productos delicados que, como el paraguas, uno prefiere tener a usar. Por eso recurrir al precio como argumento es acaso una de las aproximaciones sensatas –ya que no vas a usarlo en vida, qué menos que pagar poco por él. Quizá en ello, tal y como cuenta una entrada de este blog hace poco, desde ese sector se considere sospechoso lo que se antoja sensato. Eso explicaría porqué lo que realmente se desea contar –cuantocuestamiseguro.com- se relega al interior, y casi se esconde hasta que no queda más remedio que imprimirlo en grande, antes de que se acabe el encarte. Poco comparado con esa interpretación magnífica del beneficio de un producto cuya razón de ser es recordarte que morirás: “saber que tras un domingo tienes asegurados muchos otros”. Sí, habla del futuro de tus hijos, no del tuyo. Por eso la niña. Solo que el titular va dirigido a ella, no a su padre, quien más claramente entendería lo contrario. ¿O no? Es todo aún más divertido si realmente se dirige al padre. Tan confortable la niña que sonríe, tan amable el tono, tan previsibles las frases, tan tópicas las imágenes, tan visible ser sobreportada del suplemento de un periódico. La satisfacción del usuario ha de ser nada comparado con la del departamento de mk del anunciante.  

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