lunes, 20 de junio de 2011

El medio es la montaña


Hillary es Clinton desde hace dos décadas, y Norgay suena al movimiento homosexual noruego. Y aún así. Insertos en The Economist esta semana, 58 años después de ascender el Everest, ambos pertenecen al periodismo antes que a la publicidad. Quizá por eso su presencia, y la inversión de su valor en las hemerotecas, donde Norway es el secundario, aspiran a ese hábito del periodismo -y prodigio en publicidad- que es pretender que la historia que se cuenta no termine en la primera línea del texto, ligada a esa aspiración mayor: que quien afronta la página haya de llegar hasta el final del texto para entenderla. Entre nosotros, la publicidad perdió ese don hace décadas a base de apilar montañas de futilidad, ante las que el lector pasa de largo con razón, pues si las páginas de un periódico debieran servir para desentrañar el mundo, las pagadas por la publicidad, expulsado su público de ellas, apenas sirven ya para financiar el periodismo.
Al fundar su mensaje sobre el personaje secundario, la marca que paga el anuncio no solo es valiente en el sentido obvio –quién recuerda hoy a Hillary el escalador-, también en ese otro camino, que tanto se parece a bajar esa montaña tras haberla subido: en cómo lo que una marca quiera contarte pudiera exigir de ti esa cualidad inesperada: la misma curiosidad por la que llegas a esta página, viniendo de otra, yendo a la siguiente.

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