lunes, 20 de junio de 2011

El prescriptor como ingrediente



Se aprueba una ley de prevención de la obesidad infantil que, entre otras medidas, incluye poner coto a los médicos que nutren los anuncios de televisión mientras los productos fingen nutrir a quienes los consumen. La deontología publicitaria halla siempre una piedra enésima delante de la que quitas porque, asumido el marketing como la lupa puesta sobre la esquina buena, el prescriptor es elegido no pocas veces para sustituir a aquellos ingredientes que están mejor callados.
Y sin embargo, con todo su poder, es el lado débil del problema: un prescriptor es solo alguien que hace lo que le dicen que haga, y eso le equipara con el consumidor, cuya actitud fofa ante la publicidad es el problema real: ni siquiera el anuncio mejor hecho dura lo suficiente como para ser apenas un suspiro en nuestra atención gastada diariamente. Si 30 segundos de retórica sabida bastan para modificar nuestra opinión sobre lo que 3 minutos de reflexión nos bastaría para vivir inmunes, entonces es que no nos merecemos una ley que nos proteja de la publicidad, sino una que nos obligue a volver al mismo colegio de la que esa publicidad se proscribe, hasta que aprendamos a distinguir verdad y patrocinio.

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