lunes, 20 de junio de 2011

pastillas para los frenos de dentro



“Te mueres tan despacio que no sabes si estás vivo” –decía un titular glorioso, impreso en un anuncio de Remo para una agencia de viajes, hace años. Los tratos con la muerte son la pastilla instantánea de frenos en la mente de un anunciante, y que el producto que la enuncia tenga relación posible con matarse solo añade mérito a lo que, ya en boca de un fabricante de caramelos, es un milagro de la probabilidad publicitaria. Un coche sirve para llegar antes a la vida y a la muerte, y que la exaltación de la primera pase por mentar la segunda es un tabú que, planteado a un anunciante, habrá matado el anuncio en el acto sin que la fórmula elegida para contarla –siquiera como antídoto- desplace un ápice el ánimo de quienes, como si viniera con el cargo, creen que la publicidad consiste en vender cosas que pagas en un mundo y al parecer usas en otro. Solo que morir es algo más que dejar de respirar, uno puede lograrlo a la velocidad exacta de la que hablaba el anuncio de Remo y seguir levantándose por la mañana. Inanes, esterilizados hasta no transportar sino el énfasis, pueriles, 9 de cada 10 anuncios nacen muertos y pasean ese olor concreto por televisiones, periódicos y radios sin que a sus responsables parezca importarles demasiado. Un freno que detiene el producto veinte centímetros antes del impacto es un logro. Uno que lo detiene un kilómetro antes de llegar a alguna parte es un desastre.

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